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PAÍS DE MENTIRAS

Actualizado: 3 ago 2021

Por: Rosember Rivadeneira Bermúdez.


Pueblo, hoy que te encuentras reducido, confinado, confundido, deprimido, desconsolado en el valle de muerte y de miseria por el que te han obligado a transitar, te sorprenden con una reforma tributaria.


Hoy, cuando escasea la posibilidad de vivir, cuando se ha secado la fuente de ingresos económicos, el índice de desempleo ha llegado a topes alarmantes y las lágrimas no cesan de recorrer nuestro rostro, nos enfrentamos a la amenaza del despojo total.


La luz ha disipado las tinieblas y podemos observar con claridad. Nos quitaron las plumas, y ahora pretenden arrancarnos la piel.


Qué ironía, ayer sonreías al depositar el voto que te compraron, o el que entregaste hipnotizado por un falaz discurso populista, cuyo efecto sugestivo fue intensificado por la bandera colorida que batían animosamente, un alentador himno partidista y por los gritos ensordecedores de un maldito comité de aplausos, integrado por ignorantes y necesitados, que se prestaron para engañar a sus compatriotas.


No se trata de la inofensiva táctica empleada en los programas de chistes para robarnos una sonrisa. Los políticos utilizan el comité de aplausos para despojarnos de la voluntad, arrebatarnos la riqueza y sofocar el espíritu de protesta.


En el presente se escucha tu lamento y lloras al sentir el peso y las consecuencias de tus malas decisiones. Hoy te asombras al descubrir que el pueblo es un títere harapiento, desposeído de opinión y de voluntad propia. Somos la gallina a la que no dejan engordar porque urge desplumarla.


No es cierto lo que escrito está. No es cierto que seamos la fuente de poder. Colombia no es una democracia. Las bellas letras que constituyen el engranaje jurídico de las garantías ciudadanas son un vil disfraz.


Nuestra Constitución es un espejismo y las autoridades que nos rigen son una fantasía caricaturesca, cuyo activo de virtudes se ha reducido a cero, debido a la impagable deuda moral que se incrementa con cada gobierno.


Basta con mirarlos a los ojos para leer sus pensamientos y escuchar la implacable y mal oliente voz de sus sucias consciencias, expresando que los integrantes del pueblo somos una escoria social, cuya única utilidad es ser su fuente de financiamiento.


Nos rige un tirano de mil cabezas, una organización mafiosa de izquierda y de derecha que utiliza a los partidos, movimientos y a las ideologías para romantizar, adormecer y encubrir sus propósitos nefastos. Se han especializado en variar los rostros, las edades y sonrisas de los candidatos, pero perpetúan el pueril discurso y el estado de injusticia con que obstaculizan y sabotean nuestro progreso.


Sabemos que muchos mandatarios de este país son unos títeres al servicio de las potencias económicas de carne y hueso ocultas en la sombra, e incluso de otros mandatarios que ocupan posiciones superiores del poder político. Son estos a quienes verdaderamente representan.


Sin embargo, aunque no tienen voz ni autonomía, cuestiono a quienes gobiernan lo siguiente:


¿Qué autoridad le ha preguntado al pueblo cómo desea organizarse políticamente?


¿Quién le ha consultado al pueblo acerca de cuántos empleados necesita en el Congreso y las demás instituciones estatales para funcionar de manera adecuada?


¿Quién le ha preguntado al pueblo si es feliz cancelando salarios a ciertos empleados mal agradecidos que solo sirven para maltratar a los usuarios?


¿Qué tipo de democracia permite que los empleados impongan su voluntad en contra de la estabilidad económica de los ciudadanos?


¿En qué cuento estúpido el servidor detenta mayor poder que el jefe?


¿Por qué se invierten cuantiosas sumas de dinero en seguridad, pero continuamos siendo un Estado inseguro?


¿Por qué invierten millones de dólares para adquirir naves militares? Tenía entendido que en Colombia reinaba la paz al haberse desmovilizado las FARC y las autodefensas.


¿Por qué en Colombia aumentan los cultivos ilícitos, pese a los esfuerzos y la contribución económica que realizamos los colombianos, así como otros Estados, en especial EE.UU.?


¿Por qué la industria militar colombiana le suministra ilegalmente armas a los grupos subversivos, mientras el gobierno le prohíbe el porte legítimo de armas al ciudadano que lo requiere para su protección personal?


¿Por qué los órganos de control de este país no se controlan ni así mismos?


Honestamente, declaro ignorar las razones por las cuales el Presidente de la República, los Congresistas, entre otros servidores públicos, cuyos ingresos salariales anuales rondan y superan los CUATROCIENTOS MILLONES DE PESOS, impunemente declaran renta en cero pesos, esto es, no le aportan un centavo en impuestos al Estado, pero al más pequeño de los empresarios, concretamente a los mayores empleadores de Colombia, como lo son las MIPYMES, la DIAN los persigue implacablemente para dejarlos en la ruina.


Desconozco la norma legal que consagra el principio de que, a mayor ingreso, mayor exoneración de impuestos.


Gozan del privilegio de salarios exorbitantes, escoltas, transporte en vehículos blindados, combustible, estadía y alimentación pagada con la contribución de los colombianos, y, para colmo de males, resultan ser evasores de impuestos. He aquí a los auténticos parásitos de Colombia.


La historia colombiana ha revelado que, el pueblo nunca ha delegado nada. Por el contrario, nos han despojado de la posibilidad de decidir y, entre unos pocos, que lejos están de representarnos, deciden el fatal destino de cada colombiano.


Ciudadanos, no se dejen vencer por un miedo irracional, de todas maneras vamos a morir, ese destino es inevitable para todo ser viviente, y a la fosa bajaremos, bien por el desgaste natural, por el estado de hambruna en el que nos conservan desde hace siglos, bien por las balas de la insurgencia que actúa al servicio de las estructuras políticas, bien por este maldito virus que no distingue raza, nacionalidad, credo, idioma o clase social, o bien de impotencia y depresión, porque lo poco que nos queda, que son nuestros sueños, nos los quieren arrebatar con la cruel reforma tributaria sometida a la aprobación de un Congreso que se representa a sí mismo y que, actuando en concierto con el gobierno, pretenden dar la estocada final al pueblo colombiano, el cual, en este momento se encuentra aislado en sus hogares, o sufriendo el suplicio en la infernal frontera que separa a la sala de cuidados intensivos con el cementerio.


Contemplen cómo se prepara el discurso de los eternos candidatos del Congreso y el del nuevo rostro para la campaña presidencial, quienes, al igual que lo hizo el actual presidente, prometerán falsamente liberarnos de impuestos, mejorar la salud, la seguridad, la prestación de los servicios públicos, perseguir a los delincuentes, erradicar la pobreza, etc. Crean caos, típica estrategia preelectoral, para fortalecer el discurso del nuevo verdugo disfrazado de mesías.


Soy un ciudadano del común, un desconocido que no pretende protagonismo alguno, quien al igual que el lector, sufro por mi familia, y me gano el pan con el sudor de mi frente porque nada me regalan ni deseo que lo hagan, pero tampoco estoy dispuesto a dejar que me saqueen sin antes dar la legítima batalla. Por eso elevo la voz de protesta y exhorto al pueblo del cual soy miembro, para que se movilice en defensa de sus intereses, de sus familias y del futuro de sus hijos.


No más contemplación y sufrimiento, es hora de actuar.


¡Despierta pueblo!


ROSEMBER RIVADENEIRA BERMÚDEZ

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