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PALABRA DE MAESTRO: EVITAR LA EXTINCIÓN SINDICAL

Por: Fare Suárez Sarmiento.


“Si traicionas el pasado, oscureces el presente y despeñas el futuro”. (P. Freire).


Muchos son los desplazados por la ausencia de políticas sindicales que interpreten las urgencias laborales de los afiliados. Muchos, también, apenas alcanzan a identificar el estatutario objeto de los sindicatos, lo que les impide demandar su cumplimiento. En uno y otro extremo, los maldecires se esparcen en forma epidémica hasta convertirse en temas que unos y otros abordan sin recato, sobre todo, si surgen de los silogismos planteados por la desconfianza frente a los fracasos de las concertaciones con los patronos.


Tal vez, la escasa publicidad de los resultados en los eventos de reclamación y lucha por las reivindicaciones gremiales siembra dudas entre los afiliados, quienes no logran comprender los nuevos escenarios de confrontación, lo cual les dificulta asimilar la cascada de derrotas, como consecuencia de la segregación gremial y, desde luego, la pérdida de poder de convocatoria.


No cabe duda de que el nuevo ordenamiento planetario exige nuevas formas de operatividad sindical que logren conjugar la fuerza del pasado con la capacidad persuasiva por diferentes medios del presente, para que el futuro sea menos doloroso para los trabajadores. Pero ello no será posible por fuera de la organización, planeación estratégica y tácticas de enfrentamiento masivo, donde en cada uno de los momentos participen e intervengan los trabajadores, sin perjuicio de la misión estatutaria encomendada a los dirigentes. Planear es el fundamento filosófico y el principio político que corporiza las ideas, democratiza lo instituido, fomenta el sentimiento de propiedad, estimula el espíritu libertario y despierta el sentido solidario de los trabajadores. Quizás así, las frustraciones serían repartidas equitativamente, mientras los trofeos de los triunfos serían atribuidos a los dirigentes.

Los problemas empiezan –se me ocurre– cuando los proyectos gremiales abren una hendija de estimulación del apetito individual. Entonces, el eco de las voces libertarias se funde con el anhelo de la defensa de los derechos y se diluye entre los capítulos y artículos de los estatutos, al tiempo que las necesidades, los sueños y los proyectos particulares se posicionan por encima de cualquier afán reivindicativo. Así, el pasado se destiñe, el presente se oscurece y el futuro se vuelve previsible. La historia sindical escrita con sudor, enjundia y sangre queda reducida a parapléjicas conmemoraciones y exaltaciones de líderes extintos o con ya pocos alientos de vida quienes preferirían no escuchar las profanaciones e indignidades contra la historia arduamente escrita por ellos.


Pero siempre existirán las posibilidades de revisión, análisis y redirección de lo actuado; basta con la unión de voluntades y del despojo egoísta de sacarle beneficios al estatus representativo. Las nuevas coyunturas internacional, nacional, regional y local no dan tregua con sus tratados de flexibilización, tercerización y reducción laboral, en el frío cálculo financiero de más y mayores beneficios con pírrica inversión.


Todos los sectores de la economía se hallan a merced de la voracidad del capital; en tanto, las agremiaciones sindicales bendicen pliegos de peticiones que sufren el rigor del olvido, firman acuerdos que no se cumplen, para –al final– verse avocadas a reparar los perjuicios causados por cese de actividades, o restituir los días utilizados para la huelga. Este paisaje político-sindical diagnostica el real escenario en el que se desplazan los sindicatos. Situación que quiebra la conciencia de lucha de los afiliados y en consecuencia, debilita la unidad y la fuerza para seguir enfrentando las políticas devastadoras de los derechos de los trabajadores.


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