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PALABRA DE MAESTRO: CALIDAD DE LA EDUCACIÓN EN TIEMPO DE PANDEMIA

Actualizado: 11 sept 2021

Por: Fare Suárez Sarmiento.

Aunque la definición de calidad en educación ha venido rodando desde la época en que organismos internacionales impusieron a los países latinoamericanos sistemas de evaluación que dieran cuenta de los niveles de aprendizaje alcanzado por los niños y jóvenes, aún continúa circulando de acuerdo con las circunstancias de tiempo, modo y lugar en las cuales se pretenda situar dicha definición; sin embargo, desde los inicios de los ochenta un paquete de propuestas promovidas por los aparatos financieros, especialmente, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional fue asumido fiel y literalmente por los magnates políticos y económicos de estas regiones, como la única salida para superar el déficit público que agobiaba a los países sometidos a las enormes deudas con estos organismos. Tales medidas, fueron bautizadas como doctrinas económicas con fuerte aliento político dictadas por el Consenso de Washington, (nombre acuñado por John Williamson) entendido como la casa real desde donde se dictaban (aún escuchamos sus voces) los mandamientos sociales, culturales, políticos y económicos que habían de ser insertados en los países deudores.

Este recorrido nos obliga al llamado de Pablo Gentili para que nos sitúe en la perspectiva neoliberal y nos señale que “la naturaleza pública y el monopolio estatal de la educación conducen, según esta perspectiva, a una inevitable ineficacia competitiva de la escuela. Existe una crisis de calidad porque los sistemas educativos latinoamericanos no se han configurado como verdaderos mercados escolares regulados por una lógica inter–institucional flexible y meritocática...En su ámbito no se ha establecido el necesario sistema de premios y castigos que recompensa o sanciona las acciones y decisiones individuales; en suma, un sistema donde los “mejores” triunfan y los “peores” fracasan”.

Nos hallamos frente al inicio de una oleada de descrédito de la escuela pública que le apuesta a la apertura privatizadora ansiosa por colocar la educación en el mercado para su subasta. Así ha venido sucediendo con la avalancha de decretos que posibilitan la incursión de particulares en el sistema con el apodo de “contratistas”. Así nacieron los megacolegios administrados y conducidos por empresarios con fachadas de entidades sin ánimo de lucro que en la actualidad se extienden por todo el país y en el año 2016 estuvieron alertas mientras los departamentos firmaban con el Ministerio de Educación Nacional el contrato de inicio de construcción de quinientos cuarenta y un megacolegios por valor de tres punto dos billones de pesos.

Desde el seno del Consenso de Washington se declara la “crisis de los sistemas educativos latinoamericanos” y se inicia una onda publicitaria tan expansiva como nociva para el derribamiento de las responsabilidades administrativas de los Estados. El Consenso establece, entonces, tres fundamentos básicos para considerar la calidad de la educación: eficiencia, eficacia y productividad; tres elementos sobre los que se erigen las leyes reguladoras del mercado. Este criterio neoliberal de valoración de la calidad educativa, señala algunos responsables de la crisis como el Estado Interventor porque “ha promovido y profundizado la dinámica improductiva de la escuela”. De igual manera, (y aquí sería interesante abrir un debate al respecto) nos refiere Gentili que dentro de la perspectiva neoliberal le asiste a los grandes sindicatos de trabajadores de la educación gran responsabilidad de la crisis porque han exigido al Estado aquello que “en la óptica neoliberal genera la propia crisis: más intervención, aumento de los recursos, criterios igualitarios, expansión de la escuela pública, etc”.

En adelante, algunos datos en cursiva serán tomados de un documento publicado por Renán Vega Cantor. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, pero antes, recordemos que el vocablo calidad educativa se utilizó por primera vez por el economista Charles Beevy en su libro La calidad de la educación en los países en desarrollo, aparecido en 1.966. A partir de entonces el término ingresó en el diccionario oficial y recorrió todos los escenarios relacionados con la educación pública, hasta convertirlo en un lugar común, cuyo significado dependía –y aún depende– de los intereses motivacionales de quien lo mencione. “Como la calidad total proviene del mundo de la gerencia, a la educación se le atribuyen los mismos atributos que se le exigen a cualquier empresa: eficiencia, rendimiento, productividad incrementada a bajo costo, satisfacción de los clientes, competitividad, eficacia, innovación, rentabilidad, éxito y excelencia”. La conversión de la educación pública en una mercancía, en clara y abierta competencia con sus pares, generaría la extinción abrupta de muchas instituciones, en virtud de que los padres “clientes” llevarían a los hijos a las escuela que hayan obtenido el certificado de calidad otorgado por organizaciones privadas contratadas para tal efecto, o por universidades acreditadas para la expedición de tales certificados.

Para fortuna de la educación pública, este proyecto fracasó, debido a que solo las instituciones convertidas en santuarios que cuentan hasta con la ayuda de Dios, escapan de la miseria extrema en la que se debate la mayoría de las escuelas públicas; además, la educación ruralizada no tendría opción alguna de participar en la competencia por captar clientes, por razones obvias; es decir, sus clientes son connaturales con la escuela.

“En lugar de hablar de calidad y de excelencia de la educación, términos que están ligados al hecho de concebirla como un negocio, proponemos que se hable de una educación digna. Una educación digna se opone a la lógica mercantil, a la competencia, al ánimo de lucro, y en su lugar reivindica una formación integral para la vida y no solo para el trabajo, recupera el sentido crítico e histórico de las acciones humanas, promueve valores de solidaridad, justicia e igualdad, se opone a la lucha inútil y sin sentido por ubicarse en los primeros rangos de los rankings educativos nacionales y mundiales”.


¿Qué nos trajo la pandemia propiciada por el coronavirus, Covid 19?

Sin que brille la alegría por este infortunio sanitario, la devastación humana forzó a los gobiernos a suspender las políticas de supina atingencia que orbitan en la escuela pública. Mientras tanto, los expertos en educación inspirados en la xenofilia pedagógica con algunos países como Rusia y Australia formulan un proyecto de Ley basado en la inequidad y la exclusión, como medida permanente para suplir la educación presencial. El homeschool o educación en casa abandona cualquier asomo que pudiera tomarse en consideración para que la calidad en la formación de niños y jóvenes tenga lugar, no tanto por la desprofesionalización de la carrera docente como por la nivelación por lo bajo que se hace con personas ajenas a la docencia. Se trata de una usurpación más que suplantación del maestro por padres sin escolarización alguna o adolescentes bachilleres seguramente recién salidos de la educación media.

Nos enfrentamos a un inminente tránsito hacia la uberización del trabajo docente. Pronto no hablaremos de maestros provisionales ni de docentes contratados por horas extras, las plataformas transformadas en bolsas de empleo ocuparán el lugar de las secretarías de educación y el caudal de personas disponibles dará buena cuenta de la ausencia esporádica de un maestro de su lugar de trabajo por razones médicas o de calamidad doméstica leve.

El servicio educativo homeschool refuerza el individualismo que empezó a forjarse con la digitalización académica. El principio de sociabilidad con su gramática profunda queda subsumido por la compañía permanente de adultos. La interacción entre pares, la sensibilidad y el compartir de la burbuja íntima de los niños conducirá al surgimiento de la sociofobia como expresión egocéntrica donde no tienen espacio la solidaridad, la amistad y la generosidad, considerados sentimientos propios de la naturaleza humana que cuentan y reclaman escenarios propios como el aula en particular y la escuela en general.

Dentro de las consideraciones más regresivas atendemos la que no solo se diluye y extermina la concepción pedagógica de calidad educativa. El homeschool o escuela en casa obstaculiza el crecimiento socioafectivo y emocional del niño, al tiempo que su formación en ruta hacia la libertad y la ciudadanía no contará con la opción selectiva y plural puesto que estará sometido al rigor de un único punto de vista, de una sola visión de mundo.

Si la educación como medio único de romper las ligaduras hereditarias con la pobreza, cambia su escenario histórico, donde el aula llega a considerarse como el ring cultural, el confesionario axiológico, el campo de siembra para la utopía social, entonces el homeschool será el culpable del inminente pobricidio.

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