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MAGDALENA: ¿QUÉ MAL HICIMOS?

Por: Camilo Andrés Pretelt Barrios. Egresado de la Escuela de Derecho de la Universidad Sergio Arboleda-Seccional Santa Marta.


El departamento del Magdalena fue una pieza crucial en el desarrollo de la Gran Colombia, un gigante que abarcó los departamentos – Guajira, Cesar y Magdalena–, mas conocido como el Magdalena grande que hoy integran la región caribe colombiana. El territorio ha sido testigo de distintas etapas de desarrollo que trajeron oportunidades a la región, así como choques violentos que desnudaron la crueldad humana, entre estas dos danzas han bailado sus habitantes, que con el transcurrir de los años evolucionan el ritmo de sus pasos.


Ver el departamento del Magdalena hoy causa incertidumbre, es como navegar a oscuras sin brújula, sin la certeza de un rumbo fijo. A lo largo de la historia la clase política dirigente de este amado terruño trazó intencionalmente las rutas incorrectas para el desarrollo de la población, gobiernos tranzados en corrupción, paramilitarismo, divisiones políticas y familiares que tomaron como su propiedad lo que constitucionalmente es de todos. No obstante, fue posible creer que este caballo desbocado tomaría rumbo con un nuevo jinete, que error cometimos. Es ahí donde nos cuestionamos ¿Qué hicimos mal?, ¿Qué karma pagamos los magdalenenses para merecer esta clase política?


Podemos sentarnos, lamentarnos y culparnos por las miserias que vemos en el departamento y además señalar de nuestra desdicha a los viejos clanes magdalenenses que ciertamente tienen gran responsabilidad, pero, esa es la doctrina practicada por la administración actual, aunque eso no le exime su responsabilidad de romper vínculos entre el gobierno nacional y el departamento, así mismo la contienda contra las administraciones municipales, hechos que no dejan otras víctimas distintas a los intereses comunes del departamento. De manera que, al no existir sincronía sobre el rumbo que debemos seguir como ente general compuesto por distintos municipios, del mismo modo un distrito, que rema en direcciones opuestas haciendo que el bote siga en el mismo sitio donde ha permanecido durante los últimos años.

Hoy somos víctimas de un fuego cruzado, entre la ineptitud de las autoridades de todo orden. Son los intereses magdalenenses pisoteados por la avaricia y la temida adicción al poder que se ve en esta putrefacta clase política, bien decía Max Weber “el político tiene que vencer cada día y cada hora un enemigo muy trivial y demasiado humano, la muy común vanidad, enemiga mortal de toda entrega a una causa y de toda mesura”. La seria razón del declive de toda revolución popular, el apego al trono, que se convierte en una droga tan peligrosa como la que fama mundial nos ha dado.

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