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LA SITUACIÓN HUMANA

Por: Diego Tascón Ramírez. Ingeniero industrial y escritor.


La economía como ciencia es un epifenómeno de la modernidad producido por cuatro eventos históricos propios de los dos últimos siglos o un poco más; puede considerarse un período de tiempo de casi doscientos cincuenta años que van desde la independencia de los Estados Unidos de América en 1776 hasta el año presente: 2023. Los cuatro eventos históricos son: la consolidación del estado-Nación, el comercio mundial, el capitalismo y el radicalismo filosófico (Roll, 1969, p. 8). Estos eventos están complejamente intrincados, se diría que son vertientes de la modernidad.


Cuando se habla de filosofía radical ésta se refiere a la Ilustración, el Enciclopedismo y sus derivados, los cuales produjeron la Revolución Francesa y las demás revoluciones, dando origen a los Estados-Nación consolidados como creemos conocerlos hoy en día, un entramado de intereses sociales bastante dinámicos históricamente en un territorio dividido por grupos que comparten ciertas características y que pretenden elegir su destino común a través de un órgano de representación política democrática, en la mayoría de los casos en Occidente.

Tal entramado esconde la realidad de profundos grupos de poder que articulan hasta cierto punto el rumbo de tales organizaciones territoriales y del conjunto de todas ellas bajo una siniestra opacidad. Es decir, quienes toman las decisiones no son siempre quienes actúan en nombre de sus representados. No se formula con lo anterior una crisis de la representación política en las llamadas sociedades democráticas sino su colapso en acto.


Una mezcla de embrutecimiento alfabetizado y tremendo desarrollo tecnológico en innumerables aspectos de la vida material nos ha conducido a un extraño camino por el que transita bajo espesa niebla la humanidad entera.


La deriva histórica producida desde que Platón sometiera las ideas y los mitos antiguos a un despiadado examen racional, Descartes socavara el armonioso universo medieval, Spinoza fuera excomulgado, Hegel desatara el poder destructivo de la negatividad y Nietzsche desmitificara la base misma de nuestra moralidad (Zizek, 2023, 9) no solamente concierne a la situación humana sino que nos cuestiona sobre el caos que vemos levantarse ante nuestro espíritu.


Ese caos resulta bien descrito con la siguiente afirmación del mismo Zizek (2023): “vivimos en una era extraordinaria en la que no hay ninguna tradición en la que podamos basar nuestra identidad, ningún marco de universo significativo que nos permita llevar una vida más allá de la producción hedonista”. La descripción es acertada aun cuando la afirmación sea notablemente problemática, esto es, el filósofo contemporáneo encarna el caos por hallarse plenamente extraviado.


Zizek (2023) amplía su cosmovisión: “La única alternativa radical a esta locura parece ser la locura aún peor del fundamentalismo religioso, un repliegue violento a alguna tradición resucitada de forma artificial”. Zizek podría ser advertido de que quizá sí existe alguna tradición religiosa que no resulta ser fundamentalista.

En términos de fundamentalismo es posible establecer que el discurso de la modernidad le endilgó al discurso religioso ser dogmático y autorreferencial, esto es, remitir toda exégesis al contenido mismo del libro sagrado, al texto que registra la revelación de Dios. La filosofía radical mencionada también subrayó una disyuntiva irreconciliable entre el pensamiento racional y la fe. En la deriva filosófica de profundas raíces históricas que socavó la armonía del universo religioso, en la que no existe verdad sino múltiples narrativas, han desaparecido los principios y los fines que dieron orden a aquel universo religioso, el alma, la idea de salvación, quedando solamente una niebla oscura en la que la solución a los problemas de la mayoría de la humanidad rebajados a los asuntos de la mera subsistencia, la salud, la seguridad, el placer, etcétera, ha resultado postergada. La ciencia misma como ámbito de certezas ha llegado también a tornarse en instrumento de dominación y dogmatismo. La ciencia como ideología promovió el ateísmo, dejando un paisaje inmoral de pasiones e intereses donde presuntamente no tiene cabida justicia trascendente alguna. Que no haya ésta, es, en rigor, contraevidente. Si nos atenemos a una teorización científica de la verdad, lo que tenemos probado con fundamento en los datos positivos es que la humanidad se encuentra a medio camino de lo que podría denominarse como la pacificación de la existencia en el conjunto de la sociedad global frente a un porvenir que atemoriza. Resurge entonces la idea de salvación o de redención. ¿De dónde viene? Dios se reveló, Dios no se equivoca y dejó en este mundo las llaves del Paraíso, lo cual suscita coraje dogmático.


Referencias Bibliográficas

Roll, E. (1969). El mundo después de Keynes (M. Bengolea, Trad., 1.a ed.). MonteÁvila Editores, C. A. (Trabajo original publicado en 1968).

Zizek, S. (2023). Hipocresía: la base de la civilización. (M. Vasile, Trad., 1.a ed.). Ediciones Godot Argentina.

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