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EL PODER Y LA LEGITIMIDAD

Actualizado: 17 jul 2021

Por: Jairo Arturo Fontalvo Sarmiento.

“La democracia es una forma superior de gobierno, porque se basa en el respeto del hombre como ser racional”.

Hay Poder cuando el pensamiento ideológico y legítimo de un partido político asume el titánico desafío de satisfacer las necesidades de la sociedad, logrando conquistar el corazón y el sentimiento de las mayorías. El Poder es la gran oportunidad que utilizan los partidos para desarrollar sus programas políticos de acuerdo a sus convicciones.

La legitimidad es el ingrediente necesario para que el poder florezca sin miedos y ataduras. Caminar solitario en el Poder sin la compañía esencial de la legitimidad, sería tropezar muchas veces por la intromisión del temor a no ser aceptado por los gobernados. No tener el consentimiento de los que no tienen derecho a equivocarse (el pueblo), conlleva a la disminución de la fuerza legítima de los partidos.

El Poder es la planta que necesita ser regada permanentemente por las aguas democráticas de la aceptación u obedecimiento del pueblo, para que crezca gradualmente bajo el fruto de la legitimidad. Si lo anterior se aplica, siempre florecerá en los territorios la justicia y la prosperidad alejada de la germinación peligrosa del miedo y la incertidumbre. Tanto el Poder como la legitimidad, nacen de abajo, porque ambos conceptos están supeditados a la concepción democrática del constituyente primario.

La legitimidad no compagina con un Estado donde el león de la corrupción afila el diente para devorar al que sea, ni comulga con la serpiente de las mafias que envenenan silenciosamente a la dama inocente de la paz.

El Poder que alimenta el interés particular es como un lobo feroz disfrazado de dulces ovejas, patrocinadas por el tigre de la ambición que se come insensiblemente al jabalí de la democracia, generando caos y confusión en un pueblo cansado de reclamar sus derechos, que ni siquiera la grandeza de los dos océanos de nuestra geografía, alcanzan a defenderlo.

A lo largo de la historia, la búsqueda ambiciosa del Poder ha provocado muchos enfrentamientos en los partidos políticos de Colombia y uno de los factores de violencia y corrupción en el hombre. El correcto funcionamiento de las instituciones, se aviene a muchos interrogantes sobre el actuar humano distinguido por su innata imperfección. Mirar al hombre desde el punto de vista de sus flaquezas, induce a pensar que el éxito o fracaso de una entidad pública depende de los antecedentes éticos y la gran responsabilidad social de la persona quien la dirige, pues tan solo un error, por muy simple que parezca, puede afectar a toda la colectividad de la sociedad que lo apoya en forma democrática.

El pensamiento democrático derivado del pueblo genera confianza en las ideas, por su pluralidad; contrario al pensamiento proveniente de un ser humano poderoso, que genera incertidumbre en sus ideas, por su individualidad quebrantable. Configurándose así, la equivocación inevitable del gobernante y la asertividad legítima del pueblo.

Mi percepción democrática sobre los partidos en Colombia es que vemos a una oposición que lanza críticas untadas de miedo. Siempre se encuentra en un estado de preocupación o tormenta y de temor al derrumbamiento de su ideología. Por lo contrario, un gobierno legítimo pierde el miedo a las críticas de la oposición. Esa confianza se la deposita el pueblo a través de la expresión soberana de su voluntad.

Lo que es inaceptable es que se imponga en Colombia el edificio infalible de la perpetuidad en el Poder, pues ésta atentaría no solamente contra la institucionalidad del país sino contra los principios democráticos. No es bueno para una democracia que la imposición pluralista de la palabra pase a convertirse en la coacción individualista de la palabra.

En Colombia actualmente estamos presenciando un duelo muy parecido al de la legitimidad democrática y la ilegitimidad monárquica, como es la oposición potencialmente antidemocrática y el gobierno presuntamente antimonárquico. El primero dispara argumentos contra la política social del segundo, y el segundo dispara razones contra el imperialismo populista del primero; convirtiéndose en una batalla interminable de ideologías, donde el gran damnificado es el pueblo, por el tiempo que se pierde en la discusión, descuidando sus necesidades.

Hago un llamado respetuoso a que se ejerza el Poder con actitudes necesarias de UNIDAD entre la ciudadanía, las autoridades políticas, administrativas, policivas, militares y de control. En esta época de crisis, se necesita trabajar conjuntamente para defender el interés superior del pueblo como natural y único promotor de legitimidad. Un país dividido, jamás superará los grandes problemas que lo azotan gravemente. Como diría Bolívar: "Si las muertes lamentables por el Covid-19 contribuyen para que se consolide la unión y cesen los inútiles intereses partidistas y particulares, Colombia vivirá en paz y tranquilidad".

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