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CATARSIS POLÍTICA

Por: Wesley Hinguelber Campo Ospino.


Debo comenzar esta columna manifestando mi preocupación por la manera en que el reduccionismo se apropió de los candidatos en segunda vuelta presidencial y de cómo los ataques en el campo de guerra de las redes sociales están en la cima de la checklist de los quehaceres de campaña. Esta corta etapa ha dejado atrás los límites de lo atrabiliario.


Hastiado de esto, vienen muchos pensamientos a mi cabeza, muchas preguntas que he intentado resolver permitiéndome estar equivocado e intentando comprender los puntos de vista más allá de mi punto de vista.

Al intentar comprender el tema de los ataques mediáticos que mencioné al comienzo, analizaba sobre cuál era el verdadero sentido y la verdadera intencionalidad, si estos ataques en realidad iban dirigidos al contrincante a derrotar en las urnas o nosotros. Concluí que los políticos son un reflejo de lo que nosotros somos como sociedad y que, por eso mismo, se nos da lo que consumimos en nuestro diario vivir, en las noticias amarillistas, en las series sangrientas y en las novelas dramáticas.


En estos tiempos, donde mundialmente buscamos colonizar a Marte, Colombia está empezando a dar pasos para llegar a la “teslificación”, pero tenemos un gran problema: nuestros pilotos solo saben manejar uno un tractor y el otro una bicicleta con ruedas de ayuda y dejamos por fuera a los que sabían manejar el Tesla. La persona que debe llegar al poder debe ser la más preparada, con capacidad de autocrítica, de introspección, de analizar los problemas específicos y no evadirlos. Lastimosamente, en esta segunda vuelta veo dos figurones de la política, como mencionaba Joaquim Machado de Asís.


Si hay algo que celebrar es la ruptura del status quo. Hace 20 años no se presentaba una situación así, lo que demuestra un agotamiento del pueblo con sus dirigentes, una falta de identificación que ha llevado a que los gobernantes no conozcan su país, no estén más alejados de la realidad y, por ende, tomar decisiones reaccionarias cuando el pueblo explota es menester. Aquí, la narrativa de los ismos no nos puede cegar, ni la estigmatización peyorativa de un candidato a otro acusándolo de ser una especie de reencarnación.


Parece que la demagogia no causa ningún tipo de ruborización por parte de los candidatos, no existe pena alguna siempre que se esté jugando a decir lo que se quiere escuchar. Donaciones de sueldo, trabajo para todos por parte del Estado, ministerio de la igualdad, posesiones en el pueblo más pobre para que se done el dinero invertido, donaciones de dinero de reposición de votos.


Son pontificaciones en las que no debemos caer porque el arma principal de un político en campaña es el lenguaje, pero todo tipo de corrupción comienza con la corrupción del lenguaje. Un lenguaje que ha sido tergiversado confunde a las personas. Orwell lo dijo: “El poder corrupto devalúa el lenguaje y el lenguaje devaluado exacerba la corrupción”, haciendo un círculo vicioso de causa-efecto.


No existen superhéroes en la política, aunque algunos fácilmente pueden ser villanos. Pensar que existe un mesías salvador de la humanidad y que gracias a él el país va a volverse en una potencia mundial de cualquier tipo es una falacia atroz, una entelequia porque la política no es perfecta, de la teoría a la práctica el camino utópico se angosta.


Creo que al final del día, y ya para concluir esta catarsis política, quiero decir que la transformación social no es algo exclusivo de políticos, todos podemos con pequeñas obras a diario contribuir a avanzar como país y como sociedad. No todo vale en la política. No pierdan amistades ni familia por política, primero debemos entender que somos distintos y que es normal estar en desacuerdo y segundo, los valores del amor deben ir mucho más allá.

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