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BAJO LA LLUVIA…

Por: Elsie Betancourt.


Los cambios que estamos experimentando desde Marzo de 2020 han sido contundentes en todos los aspectos de nuestra vida. Ese virus del que oímos en una remota ciudad de China, Wuhan, la vimos como una epidemia ajena, que no llegaría a nuestro terruño y que no tenía nada que ver con nosotros. Pero llegó como un mazazo para cambiar todo de la noche a la mañana y también nos salpicó y afectó al planeta entero. Es preocupante sentir el impacto de la gran ola (la pandemia) que nos ha golpeado y tener a la vuelta de la esquina el “tsunami del cambio climático, el calentamiento global, la violencia de género, la corrupción, la pérdida de valores… y más desafortunadas tendencias” entre éstas la de un futuro regreso (septiembre o quizás octubre) del pico de una nueva variante del Covid. Preocupa.


Los cambios que venían producto del auge de las comunicaciones se han desarrollado aún más con el nuevo estado de cosas. Definitivamente nuestra manera de pensar, de actuar, de consumir, de viajar o de vernos a nosotros mismos ha variado. Pienso que este virus es una cura de humildad que nos ha hecho ver lo vulnerable de nuestra forma de vida. El miedo a lo desconocido, la incertidumbre de lo que pueda pasarnos “columpiándose” en nuestra mente constantemente y hasta el temor a la muerte nos ha impuesto la obligación de parar, bajando el ritmo, olvidando los planes, trabajar en casa y entretenernos con los nuestros.


Los cambios siguen creciendo y han venido desarrollándose aun más desde todas nuestras realidades. Por ejemplo, muchos de nosotros hemos recurrido a tener mascotas para sentirnos más acompañados durante este difícil momento en la historia del “planeta pandemia”. Como pasamos más tiempo en casa, la adopción de mascotas, en especial de perros ha aumentado en todas partes. Yo al menos desde el año pasado me topé con un gatico en un sitio donde juego tenis; éste no me perdía pie ni pisada, hasta me seguía cuando entraba a la cancha. Con la pérdida de mi última mascota Nicanor, me resistía a encariñarme otra vez con otro animal y menos con un gato, porque nunca había tenido uno. Sucumbí al propósito de no tener más mascotas y adopté al gatico; quedó corroborado lo que diría mi mamá: “la promesa de un enguayabado al día siguiente, que promete nunca más probar un trago”.


Siguiendo con el análisis de los cambios que se están dando, (no necesariamente por el Covid), vemos que cada vez más, que la población crece a un menor ritmo. Esto según los estudiosos es debido a que las mujeres tienen menos hijos. Esas familias en las que la prole era de 7 o más niños está revaluado; hoy, máximo las parejas tienen 3. Con todo esto, la esperanza de vida en todo el mundo ha aumentado. Para muchos de nosotros, la mascarilla y el gel hidro-alcohólico ya forma parte de nuestra nueva realidad. Cuando salimos y se nos olvidan los anteriores, el yo interno empieza a picar para que resuelvas. Prácticamente hemos abandonado el dinero físico y las tarjetas son más usadas; estamos comprando menos ropa –¿para qué estrenar si estamos en la casa?– aunque ahora ya no tanto, creo que el sentido del ahorro se ha incrementado y todos estamos pensando en qué nos deparará el futuro, cómo marchará la economía, cómo será el nuevo estado de cosas, ¿cederá la pandemia? Increíblemente muchos de nosotros (incluidos los niños) y hasta nuestros abuelos, hemos crecido en materia tecnológica: compras por internet, chats virtuales, teletrabajo, viajes y visitas a ciudades exóticas y a museos, etc. Quien lo iba a creer, como reza el dicho: “a la tierra donde fueres, haced como vieres”…


Un cambio que me da risa, es que a medida que vamos avanzando en años, pasamos a perder, diría yo en “cierta forma” nuestra identidad…. Yo por lo menos ahora soy la mamá de Gonzalo o la mamá de Rodrigo José o la de Pipe; mis nueras me suelen introducir como por ejemplo, “ésta es mi suegra…” y así. Para “mejorar mi ser” espero seguir fortaleciendo todo lo que hago para reafirmarme en la independencia que todos debemos cuidar, haya o no pandemia.


Siguiendo con los cambios, creo que ahora se leen menos libros debido a tanto Netflix, HBO, Amazon Prime,  Disney+ y otras plataformas. Con esto quiero decir que la pandemia ha perjudicado en mayor parte la educación de millones de niños en todo el mundo. Las escuelas se esfuerzan por hacer frente a los repetidos cierres y reaperturas de actividades y por transitar siempre que sea posible, por la educación en línea. Sin embargo, el daño colateral es el deterioro emocional por la falta de contacto humano y mayormente por el poco acceso a internet que hay en las zonas rurales y en los sectores más empobrecidos pues carecen de éste servicio.  Ha habido pérdida de aprendizaje y mayores tasas de abandono escolar, aumento de la violencia contra los niños y embarazos de adolescentes. Esta pandemia se diferencia de las demás crisis por las que ha atravesado el planeta, en que ha afectado a los niños en todos los rincones del mundo al mismo tiempo. Y eso que la nueva tendencia de las familias con más recursos, es la de alejar lo más posible de lo virtual a los niños, regresando a una educación con mayor interacción personal y menos dependencia de lo digital que emboba y reduce de alguna manera el desarrollo de éstos.


Todos queremos que la vacuna para el planeta, resulte efectiva y que de una erradique y cure lo que satura el medio social como una densa neblina: el Covid y sus secuelas; el estrés, que es nuestra respuesta a cualquier tensión física o emocional y la descomposición moral que día a día cobra mayor protagonismo. Pienso que  los valores que las generaciones anteriores instituyeron, algunos no todos, han sido remplazados por la pasividad ante el crimen y la crueldad, el aumento de la delincuencia, la pérdida de la ética en profesionales y en la desprestigiada clase dirigente y lo que es más triste, la pornografía y la sexualidad  ahora de niños, que están desbordadas por su fácil comercialización.


Creo que esta tormenta pasará y el mundo seguirá evolucionando. No me gusta escribir en modo “negativo”, pero abruma el panorama que tenemos; ¿estaremos en los tiempos del Apocalipsis? el problema no está en enunciar lo que nos aqueja, el problema es actuar como si “ese no es mi problema”…  de las decisiones que tomemos hoy todos, se conformará nuestro mundo en los próximos años. No queda más que pensar en que puedo hacer yo para renovar y manejar el aguacero de cambios que llueven  (y eso que no estamos en mayo, mes de las lluvias)… porque nada que escampa.


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