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LA MUERTE DE DESCARTES Y EL REALISMO MÁGICO

Actualizado: 17 jul 2021

Por: Gonzalo Echeverri Uruburu.

Descartes, a quien con razón se ha llamado “el padre de la filosofía moderna”, murió en manos de un médico que lo odiaba, según la viperina lengua de Voltaire. Pero su espíritu, que demandaba vigorosamente ideas claras, distintas y evidentes como criterio de verdad, sobrevivió muchos años. Como matemático que era buscaba verdades inmunes a todas las fluctuaciones de las apariencias y opiniones y a las ideas vagas, confusas e imprecisas; y esta certeza matemática fue la máxima aspiración de los pensadores modernos inspirados por el genio francés.


Pero desde mediados del siglo XIX empezó a ocurrir algo insólito: las matemáticas, modelo acabado de claridad, racionalidad y certeza, se fueron convirtiendo en algo cada vez más heterodoxo: surgieron geometrías exóticas que parten de principios diferentes a los tradicionales de Euclides: las de Riemann, Lovachevstky y Bolyai, entre otras. Según las matemáticas trasfinitas de George Cantor, quien murió loco, el todo no es mayor que las partes de acuerdo con unas ideas que hoy se consideran fundamentales pero que fueron duramente combatidas en su época hasta el punto de que Poincaré las calificó de “enfermedad”.


La física moderna, por su parte, se ha ido separando cada vez más del ideal cartesiano de claridad y evidencia. El punto de partida de teorías fundamentales como la de la relatividad de Einstein: que la velocidad de la luz es siempre la misma sea que la midamos desde un punto en reposo o en movimiento, no tiene nada de evidente; todo lo contrario, hasta el punto de que Michio Kaku, gran divulgador de la ciencia, dice que “parece una broma colosal de la naturaleza”. Y la dualidad onda – partícula fundamento de la mecánica cuántica es una evidente contradicción pues el sentido común rechaza la idea de algo insubstancial que se extiende en el espacio y que aparece también en forma puntual. Con los nuevos hallazgos y formulaciones de la física, las leyes de la naturaleza dejan de ser inexorables y se convierten en simples probabilidades estadísticas: ya no es imposible que al tirar una moneda al aire, esta caiga hacia arriba. El porqué de las leyes de la naturaleza es tan incomprensible que el gran matemático Von Neumann, las llamó magia negra, lo de negra tal vez por su carácter oscuro y hasta odioso.


La violación de la lógica está en el corazón de la física moderna que habla de partículas que retroceden en el tiempo o que acepta que los efectos pueden ser anteriores a las causas, o que el electrón salta de una órbita a otra sin cruzar el espacio intermedio, o que una misma partícula puede estar en dos lugares a la vez; o que, sin importar la distancia, todo está relacionado; o que - lo que ya es colmo – el universo surgió espontáneamente de la nada. Y así muchas otras cosas raras y fantásticas. Por ello el Nobel Steven Weinberg opinaba que “la física teórica se parece cada vez más a la ciencia- ficción”; y el legendario R. Feynman decía que “hay que aceptar la realidad como es: absurda”.


A pesar de la protesta de físicos muy lúcidos como el Nobel León Lederman, estas concepciones se han convertido en patente de corso para las ideas más extrañas y delirantes de la Nueva Era, como la de que literalmente nosotros creamos la realidad con nuestro pensamiento o que vivimos al mismo tiempo en muchas dimensiones o que desde el futuro podemos influir en el presente. La idea básica detrás de todo esto- dice Barbara Marciniak - supuestamente inspirada por seres de Las Pléyades - “es que podéis crear todo aquello que penséis” y según la sanadora Gloria Chadwick “todas las vidas pasadas, presentes y futuras están teniendo lugar simultáneamente, cada una influenciando y afectando a la otra”. Y ello para no hablar de la posibilidad “muy práctica”, de convertirnos en inmortales según Leonard Orr.


Todo esto suena a “realismo mágico”. Nunca se había presentado un desafío más grande al sentido común y a la lógica más elemental. ¿O será que es verdad, como dijo H.P. Blavastsky, la gran Maestra del ocultismo moderno, que “la realidad es más extraña que la ficción”? . Lo cierto es que ya casi nada parece ahora realmente claro, evidente, no equívoco. Como decía Max Planck, “para ser cierta una teoría debe ser lo suficientemente rara”, debemos, por tanto, acostumbrarnos a vivir en dos mundos: el de la lógica común y el insólito que ha revelado la ciencia que es, qué duda cabe, un verdadero realismo mágico. Que Descartes descase en su tumba.

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