Columna 7
EL MAGISTER DEL SABER
Actualizado: 17 jul 2021

Por: Rosember Rivadeneria Bermúdez.
Usa lentes oscuros, pero no por timidez, ni para
cubrirse de los rayos solares, tampoco para evitar
que en el trabajo lo descubran soñando, sino para
que nadie perciba que se deleita pensando.
Estudioso de la teología y la filosofía, y he ahí el
fortín de su sabiduría.
Buen amigo y compañero inseparable del filósofo
Ariel, por eso podría decir que, el uno es el “herma” y
el otro el “nazo”, y aunque Ariel está en el cielo,
jamás dejará de ser su hermanazo.
En sus discursos lo rodea un silencio celestial, y no
es que prohíba hablar, es que su riqueza intelectual
nos deja sin palabras para expresar.
Sus charlas son todo un festín, y a todos se da a
entender, así te hable en latín.
Por su intelecto humanitario, la Procuraduría lo
pretendió disciplinar, pero su propia defensa logró
edificar y, durante la indagación preliminar, la razón
de su discurso supo explicar. Como testigos, Dios al
párroco y a las monjas le envió para mayor
seguridad y, asistido por las encíclicas papales, su
dignidad pudo demostrar.
Concluyó la autoridad que se trata de un
revolucionario, pero del saber, por eso se deleitan
con todo lo que su alma tiene por ofrecer.
Desde entonces, y hasta la fecha, afirma no temer a
ningún tribunal humano, pues Dios lo cubre con su mano.
Cuando lo observo en las calles de la perla
caminando, siempre lo confundo con una biblioteca andando.
Es el maestro por antonomasia, y está a la altura de
cualquier sabio mítico de Grecia, Asia, Rusia,
Francia, e incluso de los extraterrestres que se
pasean por la galaxia.
Al aula siempre arriba asistido de su bolso, en cuyo
interior transporta libros que custodia como un
guardián celoso.
Un sabio bajito, incognito, de avanzada edad, pero
con la agilidad mental de un muchachito, y en las
siguientes líneas su nombre revelaré a toditos.
Un héroe auténtico, y a pesar que no tiene espada,
capa ni fama, con su perseverancia, a muchas almas
ha logrado rescatar de la ignorancia.
Un sabio adornado con piel morena, de corazón
suave como la arena, tan pensante como parlante,
seguidor y de Cristo amigo, por eso en su mente no
existe el concepto de enemigo.
En el palacio del saber lo conocen como el Magister,
pero se apellida Avendaño porque a nadie es capaz
de hacer daño, Pantoja, porque le fascina leer un
libro hasta que en sus manos se deshoja, y
responde al nombre de Alfredo, porque en la Sergio
Arboleda sus enseñanzas están a la par del credo.