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VERDADES OCULTAS

Por: Elsie Betancourt.


Todos hemos seguido la destrucción o vandalización de monumentos en distintas partes del mundo. Ello pone en evidencia la clara tensión que hay entre la historia del mundo y la memoria particular de comunidades. Aunque cada uno de éstos evoca un acontecimiento histórico muy particular, los que se vinculan con el racismo, la esclavitud y el genocidio, generan muchas controversias actualmente.


La palabra Monumento es de origen latino y hace referencia a mente, memoria o recordar. En otras palabras, el monumento es un instrumento o medio para recordar alguna cosa, persona, sitio o suceso que de alguna forma haya marcado su huella en la historia de una comunidad. Es testimonio de la existencia de nuestros antepasados, de sus prácticas y formas de vida.


Barranquilla (entre muchas ciudades colombianas) por ejemplo, en su historia ha dejado muchas huellas para las nuevas generaciones; algunas prevalecen y son meritorias: Estatua del Joe Arroyo: homenaje a la música y folclor tropical; monumento de María Mulata: homenaje a la fauna del Caribe Colombiano; Estatua del Libertador Simón Bolívar, homenaje a quien nos liberó del yugo español…. Barrio El Prado: arquitectura que deleita; Estercita Forero, la novia inolvidable de Barranquilla, que ojalá no caigan en el deterioro… siguen muchas más; hay otras, a las que la modernidad, la indiferencia, la ignorancia, el poco sentido de pertenencia, la indolencia y la desidia intentan borrar y remplazar esa riqueza heredada de nuestros antepasados. Ejemplos hay muchos: El Museo Romántico, que tiene todo el acervo de lo que fue la historia de Barranquilla, El Teatro Amira de la Rosa, cuna cultural de la ciudad, el edificio donde hasta hace unos años funcionó Bellas Artes, antes de que empezara a caérsele el techo, Barrio El Prado, que gracias a la salvaguarda que ha tenido, se ha impedido que sigan tumbando las casas que lo engalanan… y sigue la lista.


Dentro del rango de monumentos existen los que son naturales, que son obra y gracia de la naturaleza. Son declarados así por la majestuosidad que brindan; se pueden considerar una marca en la ciudad, un referente para ubicarse, pero no enseñan ni comunican, ni generan reflexión porque pueden estar constituidos por formaciones geológicas, paisajes y zonas naturales en la que viven especies animales o vegetales cuya existencia hoy por hoy quizás puedan estar amenazadas por la depredación humana. Algunos ejemplos: Gran Cañón del Colorado en Estados Unidos, Los Castillos de Algodón que son cascadas petrificadas que forman piscinas naturales con agua a 35ºC en Turquía, El Glaciar Perito Morena ubicado en Argentina, una de las reservas de agua dulce más importante del mundo… etc.


Hemos vivido en carne propia, lo que Colombia ha tenido que afrontar por el derrumbamiento de estatuas que representaron en su momento el sojuzgamiento de comunidades especialmente indígenas, que tenían su propia cultura: costumbres, idiosincrasia, lenguas y que fueron borradas por el afán de los conquistadores especialmente españoles, buscando riquezas y pretendiendo colonizar a la fuerza, comunidades enteras distintas a la raza blanca. La destrucción de estatuas de conquistadores por ejemplo, fue evidente en el estallido social reciente en Colombia donde un grupo de indígenas de la etnia Mizak, derribaron la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar, ubicada en Popayán, Cauca, en rechazo a los actos violentos que se le atribuyen. Es una historia que muchos no conocemos y erradamente creemos que como monumentos hay que preservarlos porque testifican el encadenamiento de sucesos que nos llevan a lo que hoy tenemos. Si las piedras hablaran que dirían…


Pienso que ahora hay muchas preguntas que antes no nos hacíamos, porque éramos y aun todavía, seguimos siendo consumidores pasivos de la historia.


Creímos que ésta la cuentan los vencedores y no se escucha la voz de los vencidos. Tal vez es el momento de cuestionar los monumentos, crear nuevos o revalorarlos históricamente. Es bien cierto que la historia no se puede destruir pero si hay que repensarla. Hay que reconocer que estas campañas militares o procesos de conquista, muy sangrientos en su momento, fueron muy relevantes para la historia de la humanidad. Pero en pleno siglo XXI resulta terrible ese proceso de oprimir o apoderarse de otro territorio y habitantes, explotando su materia prima sin freno alguno.


Los expertos en conservación del Patrimonio Cultural de una ciudad o país, afirman que es importante “rememorar y evocar un acontecimiento, una construcción o una persona y lo que significan para la sociedad y la ciudad donde estén ubicados”. Los monumentos, en general deben enseñar que la memoria y la verdad construyen futuro. Creo que no se trata de inmortalizar personas sino pensar en el mensaje o símbolos que queremos que perduren en el tiempo.


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