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UNA OFENSA MASIVA: J BALVIN, BAD BUNNY Y OTROS PEORES

“Es preciso mejorar las consecuencias del discurso peligroso en el mundo real”.

Susan Benech.


Por: Esperanza Niño Izquierdo.


Sin lugar a dudas el mundo de hoy que apresura el mañana en desarrollos tecnológicos, nos abre inconmensurables formas de ver y conocer el universo que habitamos.


Es arrollador introducirse en el mundo que tenemos a la mano con solo iniciarnos en Google o en cualquier otra plataforma similar. Allí nuestra imaginación por volátil y creativa que pueda ser, se queda sin aliento. Todo y más, de lo nuevo, lo antiguo, lo por venir, lo absurdo, lo insólito todo, todo está allí.


Sin embargo está en cada uno de los seres pensantes ocuparse de los contenidos explícitos, para registrar de inmediato los filtros que la ética, la moral o la costumbre indican lo perjudicial que puede resultar visionar imágenes o discursos que esparcen sin control todo tipo de violencias. Es imposible realizar un listado de palabras consideradas peligrosas pues ello depende de muchos factores como: quien lo dice, como lo dice, a quienes se lo dice y en qué circunstancias lo dice tal como lo señala Susan Benech en su estudio sobre “discursos peligrosos”; “La Educación como instrumento de prevención”. (https://dangerousspeech.org/).


Pues de allí se puede fácilmente desprender el odio masivo hacia un sector de la población, hacia un género o hacia cualquier tipo de personas discriminadas. Pero también recala inapropiadamente en el comportamiento de los receptores de dichos mensajes.


Los discursos [ o imágenes o canciones ] no siempre invitan al odio, a menudo infunden miedo o llevan a distorsionar sentimientos nobles conduciendo subliminalmente a convertirlos en instintos puramente primarios, xenofóbicos, antisociales, sexistas etc.


En este sentido, se hace indispensable aclarar que la Constitución Nacional en su art. 20 establece el derecho a la liberad de expresión, lo cual ha generando un gran debate entre los defensoras a ultranza de la libre expresión de las personas sin límite alguno, aduciendo que no es “posible que un artista sea llamado a rendir cuentas por su arte” como en el caso de J Balvin contra quien fue instaurada una Tutela en representación de quienes rechazamos este tipo de manifestaciones, por considerar que su canción y video “Perra” vulnera los derechos de mujeres afrocolombianas y de paso la dignidad humana de las mujeres. Buscando con la Tutela “marcar un precedente para que no se utilice la licencia artística o la licencia literaria como excusa para violar derechos humanos a través de canciones, novelas o pinturas”.


El gran debate aquí no es si la tutela es pertinente o no, si J Balvin debe responder judicialmente, si debe ser llamado a rendir cuentas o no. El asunto es de mucha más envergadura y de impacto social. Trasciende el tema a los límites judiciales. Se trata más bien de racionalizar entre todos los colombianos, incluido en primer lugar el Estado en sus estamentos responsables, sobre lo inconveniente y degradante que resulta para las personas la perorata musical infamante, que llama a la esclavitud sexual de las mujeres, que exalta los bajos instintos, que recita como una oración a sus dioses tutelares: el alcohol, la marihuana, el sexo explícito tal como lo hacen Bad Bunny y otros y otras, porque también mujeres, – que lástima–, repiten el mismo tema, tanto o más atrevidos que estos dos “artistas” considerados “cantantes” y premiados por sus “magníficas” interpretaciones en certámenes internacionales.

Este subgénero musical “urbano”, llamado así genéricamente, como si lo urbano fuera solamente lo degradante, oscuro, sórdido, lo underground, transmite mensajes explícitos en imágenes y letras que deben ser puestas en discusión en el ámbito de lo público por el Estado, los padres de familia, los maestros y todas las personas interesadas en buscar cambios significativos en los contenidos que llegan a sus hogares por medio de las redes y plataformas en sus aparatos tecnológicos a los niños, adolescentes y en general a la población. Ya lo dijo el mismo Señor Balvin y sus compañeros de rumba: que ellos no tenían por qué responder por sus letras, son los otros, los responsables de saber cómo educar a sus hijos y que las mujeres dejen de demandar este género musical:


“En Miami, EU, artistas de la música urbana latina como J Balvin, Nacho y Anitta dijeron a Efe que el movimiento #MeToo ha llegado a este género, pero que no se eliminarán las letras que denigran a las mujeres hasta que el mismo público femenino demande un cambio y deje de consumir los temas más agresivos. Bad Bunny repitió lo que reguetoneros como Nicky Jam y Daddy Yankee han dicho en el pasado sobre el tema. “Yo no estoy acá para educar a los niños. Eso es responsabilidad de los padres”.


Por su parte, la cantante brasileña Anitta, cuyo dueto "Downtown" con J Balvin habla de sexo oral en sus canciones, dijo que la forma en la que las artistas femeninas están respondiendo al machismo en las letras es demostrando que las mujeres también disfrutan del sexo” (…) (https://yosoitu.lasillarota.com/regueton-baile-letra-machismo-feminismo/209358).


Marcan estos mensajes un peligroso comportamiento antisocial porque exacerba la libido prematuramente perturbando su normal crecimiento y cuyo resultado en nuestra sociedad se convierte en uno de los factores de la multiplicidad de embarazos de niñas menores de 13 años. Envenenar las mentes de los niños con la repetición ilimitada de imágenes sexuales a ritmo frenético del baile que invita reiteradamente al uso de la mujer como objeto de placer y a practicar el sexo sin más consideraciones que el instinto irracional, añadiendo otro componente, la instigación a ingerir alcohol, fumar, etc.


Ya el debate está abierto, no por el riesgo de censura al derecho de expresión más propio de las dictaduras, sino para que que se ponga sobre la mesa el mensaje de como una gran parte de la población del país ésta recibiendo una verdadera epidemia de música vulgar, impúdica, sucia, oprobiosa e incitante. Para llegar a establecer mediante los resultados consensuados, reglas claras con respecto a las plataformas, distribuidores de música, redes sociales , padres de familia, maestros, estudiantes y en general, la sociedad civil, encaminadas a generar otro tipo de manifestaciones que dignifiquen al ser humano, que eleven su espíritu creativo.

Todos los colombianos estamos obligados a revisar y filtrar los contenidos que nos llegan por la virtualidad imponiendo la autocensura de aquellos videos ofensivos, perturbadores y contrarios a la dignidad humana, mientras esta política se convierta en responsabilidad del Estado.


Nota: Esta clase de videos han sido censurados y retirados de las plataformas y prohibidos en las redes como en España, en Cuba, en República Dominicana y en otros países de Centro América paradójicamente cuna de muchos reguetoneros y también la plataforma Spotify retiró canciones por su letra inapropiada.

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