Columna 7
SADUCEOS Y FARISEOS
Por: Arturo Velásquez.
“Miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá.” Este fue uno de los principales derroteros de control de masas que accionó Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda Nazi por orden de Hitler, y sí que lo materializaron: pues no de otra forma convencieron al mundo que ellos lideraron un holocausto antisemita que a su vez fue financiado por la misantrópica banca judía internacional y cuyo Führer (líder y conductor máximo), siendo de estatura media-baja, cojo y además judío Askenazi por linaje materno, basó su delirante eugenesia pro raza aria, en su obra “Mi Lucha”, sustentada incluso en un ensayo judío seudocientífico -el darwinismo-, que fue en el fondo la base ideológica para el adoctrinamiento de los pueblos del mundo.
Ahora, ligado a otra maquiavélica premisa que también ha determinado el discurrir de la historia, cual es “Divide y vencerás”, el darwinismo nunca pretendió explicar la evolución biológica, su trasfondo consistió en ser el fraudulento argé de la división ideológica de la humanidad, el punto desde donde se originan y bifurcan las artificiosas ideas políticas y económicas que nos antepusieron a la lógica natural de la vida. Así, la falacia darwinista -que nunca fue una teoría científica sino un adoctrinamiento ideológico eugenista-, fue la base fundante de las corrientes supuestamente opuestas: por un lado, la tiranía seudoliberal del libre mercado y en su corona, la propiedad privada de los medios de producción (“la derecha”) y, por el otro, la dictadura del proletariado en la economía estatal y en su cénit, la propiedad común de los medios de producción (“la izquierda”). Dos adefesios del mismo entronque.
Desde entonces, la constante histórica de la bipolaridad se extralimita más allá de lo político y económico: saduceos y fariseos, sabinianos y proculeyanos, libres y esclavos, lores y comunes, güelfos y gibelinos, adecos y copeianos (exacerbados hoy en oficialistas y opositores), liberales y conservadores (transmutados en santistas y uribistas), demócratas y republicanos, católicos y protestantes, sunitas y chiítas, cabalistas y talmudistas, federalistas y centralistas, yupis y mamertos, neoconservadores y progresistas, globalistas y nacionalistas; el péndulo oscilante entre la tesis y la antítesis, pero a diferencia del planteamiento Hegeliano, parten primero de la síntesis para después volver a ella en el actual sincretismo final del Nuevo Orden Mundial, que hace converger sus dos grandes facciones en la implantación de un Estado totalitario global que otorga “Socialismo” a las masas y “Capitalismo Transnacional” para quienes las controlan. No sin antes plantear tímidas “alternativas” como la Tercera Vía de Santos y Blair, la economía naranja o los océanos azules, matices desteñidos cual garras de la misma bestia bipolar.
Por ello se dio que los asesinos bolcheviques, financiados por la derecha internacional seudoliberal, aniquilaran la propiedad y la vida de 40 millones de inermes campesinos goulash –quienes de por sí eran ancestrales comunistas endémicos-, con el fin inaudito de imponer un Socialismo como vía para llegar al Comunismo Marxista, por el solo interés de instaurar la polarización global, para cuyo entonces era necesario erigir el mundo soviético inspirado en el Marxismo-Leninismo, y que así Israel (con su también intrínseco comunismo Kibutz) y sus aliados, tuvieran la excusa de vigilar que en sus colonias (países) capitalistas no se arraigara el Socialismo que ellos mismos idearon. Todo para que países enteros cayeran en la insulsa trampa ideológica y los cuales, al dividirse, jamás identificaran al verdadero verdugo que controla y saquea sus naciones. Además, con estos dos polos, los arquitectos del caos mundial ampliarían sus mercados y al mejor estilo de George Soros, por ejemplo, tendrían rentables negocios: bursátiles y financieros en el Wall Street de la derecha, y de venta de armas para los mercenarios de las guerrillas y terroristas de la izquierda.
He aquí la raíz principal de los males estructurales que aquejan nuestras naciones, iniquidades que se reflejan en las crecientes protestas cívicas de los pueblos. Tal vez estemos cerca de entender que la causa humana no debe ser dirigida por las leyes del sistema, sino por las leyes originales de la vida, por el gobierno de la consciencia. Pese a que Saduceos y Fariseos eran “opuestos”, hicieron a un lado sus diferencias y se unieron para llevar a Cristo a la muerte, ¿querrán hacer lo mismo con la humanidad de hoy, a partir de esta pandemia deliberada y calculadamente fabricada?, la mayoría desprevenida dirá que no; entonces ratifico que la mentira entre más grande, más gente la cree.