Columna 7
RESOLVAMOS ESTE ENTUERTO
Por: Rosember Rivadeneira Bermúdez.
Agobiados por la política tradicional, optamos por los líderes de izquierda, pero se arreciaron nuestras penas.
Se generalizó el odio, la segregación y la pobreza; y la poca riqueza cambió de manos para dar paso a la nueva realeza. Hoy los nuevos ricos son los líderes naranjos, y el pueblo, como siempre, que se vaya para el carajo.
Pero el poder nuevamente retorna a nuestras manos. Se avecina la fecha y la hora para darle su merecido a esos vergajos.
Sus malvados planes cortaremos de tajo, para que en el alma sufran la desazón y el guayabo que el pueblo ha experimentado desde antaño.
A las urnas concurrirá el sufrido ciudadano, arrastrándose de ser necesario, para que sus hijos no vuelvan a ser presa del engaño.
Anhelamos ver realizada la Constitución en pocos años. Que no es un simple papel ni el motivo de un tropel, es el símbolo de la autoridad y la libertad con que erguidos haremos frente y venceremos la tempestad enquistada en el presente.
Que no se borre de tu mente la podredumbre del agua que mana de tu grifo, o de la gota que de él nunca brotó, por más que al político se lo imploraste a gritos.
No olvides que de tu barrio desaparecieron los puestos de salud y que a causa de ello tu ser amado fue arrojado a un ataúd.
Ten presente la soberbia que durante el ejercicio del poder se reflejó en el rostro de aquel que sonría en la campaña para atraparte en su telaraña.
De camino a la urna recuerda quién te arrebató la moto o la carreta con la que ganabas el pan para tus hijos en la mañana.
Y es que hasta los taxistas de sus ojos lágrimas brotaron, mientras los bolsillos se rasgaron para reparar las vías y tapar los huecos que aparecen cada día.
A miembros del pueblo la mente les trastornó y sonreído en esclavos los convirtió. De arriba para abajo y de abajo para arriba, al dorso y al revés, a todos los manipuló como bebés, y a las calles los arrojó a marchar como ciempiés.
Tanto pobres como ricos, e ignorantes como sabios descubrimos que nos timó al hacernos creer que malos eran los viejos, y en sus garras caímos como pendejos.
Pero todo el que sube tiene que bajar. Será el pueblo quien en las urnas les corte las alas. Fuerte será la caída y pagarán el precio de sus mentiras.
¡Arriba ciudadano!
¡Que se levante el pueblo y abandone el papel de mamerto, porque llegó el momento de resolver este entuerto!