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PRISIONES IDEOLÓGICAS Y REVOCATORIA DEL MANDATO

Por: Rosember Rivadeneira Bermúdez.


Algunas entidades territoriales que conforman la división política del país fueron transformadas en prisiones ideológicas.


Surgieron movimientos que se aprovecharon de la insatisfacción que reinaba en el pueblo a causa de las ciertas, y en otras veces supuestas, e inventadas actuaciones irregulares de quienes fueron señalados de pertenecer a la clase política tradicional.


Se trató de un movimiento extraño, puesto que, a pesar de profesar la renovación de ideas y de personal para la dirigencia, quien se postuló como líder recibió secretamente, y a su entera satisfacción, el respaldo de la clase política tradicional. Para nadie es un secreto, pruebas abundan y circulan en múltiples archivos.


De esta suerte se difundió una proclama emotiva, sensacionalista y mesiánica que pretendió partir en dos la historia de la región. Pero las promesas de cambios y progresos imparables fueron empleadas como distractores para que la población no advirtiera que los estaban segregando e inoculándoles el letal virus del odio para que, cual torre de babel, no encontraran punto de unión y comprensión y se atacaran entre todos.


El peligroso discurso persuasivo se ha prolongado durante tres periodos electorales, y se ha especializado en exponer a la palestra pública a los ciudadanos que no se adhirieran a la filosofía que sustenta el proyecto de renovación política, el cual está llamado a cristalizarse en un futuro carente de horario y fecha en el calendario.


Indiscutiblemente utilizaron el sentimiento de insatisfacción popular como trampolín para enriquecerse. Prolongaron la ruina de la prole, mientras sus riquezas se acrecientan como oleaje de mar bravío.


La renovación ha consistido en suprimir la identidad de la población, cambiaron los colores que nos identifican como colectivo político, los niños de nuestras escuelas públicas son manipulados como borregos por algunos docentes que visten prendas con la tonalidad que identifica al movimiento que gobierna, y se crearon corrales de adoctrinamiento para los jóvenes con el objeto de entorpecerles la capacidad de razonamiento y cercenarles el sagrado derecho de la libertad de expresión y de pensamiento.


El régimen pretende estimular la puesta en marcha de una generación de estúpidos y obedientes que sientan pecar y ofender a Dios si por su mente se cruza la idea de protestar en contra del tirano. Preparan a una generación que no es consciente del transcurso del tiempo y que se precipita a culpar de todo lo absurdo e ilegal a los de antes, como si aún estuvieran ocupando el poder.


Una generación de ciegos, sordos y mudos para el presente y vendados para el futuro, pero con una nitidez excepcional para reconocer los desaciertos ocurridos durante un límite temporal claramente definido.


Retrocedimos a épocas oscuras, medievales e inquisitivas, en las que opinar constituía una actividad peligrosa y excluyente.

Detuvieron intempestivamente el recorrido del pueblo por la senda de luz. Lo obligaron a tropezar con la tenebrosa roca de la confusión, que fue arrojada por quienes están asumiendo el papel de líderes, y lo adentraron en un sistema en el que la esclavitud se encuentra generalizada de tal manera que logra confundirse con la libertad.


Quienes se atreven a elevar el cántico de la libertad, conservando el ímpetu y la valentía para reclamar, son injustamente señalados de pertenecer a grupos que pretenden destruir el progreso que pregonan, el cual no trasciende del pergamino al que titulan como programa de gobierno, y en el que estampan sonrientemente sus engaños.


De esta forma convierten a las almas libres en el foco de atención de las hordas, que son tristemente manipuladas psicológicamente para someter al ciudadano al escarnio y la destrucción social.


El ciudadano consciente, desde tiempos bíblicos, ha representado una piedra de tropiezo para los nefastos proyectos del tirano, pues actúa a modo de célula luminosa que auxilia al pueblo para que pueda retirarse el velo que le colocaron y con el cual deambula de manera errática.


Quienes han desarrollado la consciencia social les resulta fácil identificar al falso líder, porque mientras el demócrata sonríe y disfruta, el tirano se escandaliza recorriendo el terreno donde florece la libertad, la realización individual y colectiva. Sus oídos se duelen y su ego rechaza la voz del detractor.


Algunos, por su parte, acosados por la necesidad han renunciado a sus derechos. Pero también nos rodean seres que disfrutan desempeñar el papel de víctimas, experimentando placer con las lágrimas que recorren su rostro a causa de los latigazos que reciben por parte del tirano. Y se regocijan siendo participes del escenario teatral en el que aplauden las sandeces que brotan de los labios de los espíritus inferiores que manejan como marionetas a los farsantes líderes políticos de la actualidad.


Experimentan el nirvana a través de la toxicidad emanada del bazuco político que cercena sus garantías fundamentales.


Quienes se entregan son obligados a asumir el papel de células cancerígenas, para que infecten a la sociedad, generando una metástasis de renuncias y obligarla a seguir el camino de condenación que eligieron a voluntad propia, como única solución para sofocar el hambre, o por debilidad mental.


Constituye un imperativo social detener los nocivos patrones de conductas que estimulan la humillación, la degradación y el servilismo. No es plausible, justo ni moral arrastrar a otros al valle de lágrimas en el que desembocan las desgracias ideológicas. Esta historia no puede prolongarse y mucho menos repetirse.


Hoy, 20 de julio, día en que se conmemora la independencia de la patria, hay que recordar que la revocatoria del mandato es la única opción con la que cuenta el pueblo para despertar y recuperar su dignidad.

Nuevamente David vencerá a Goliat.

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