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PODER Y… FÚTBOL

Actualizado: 20 jul 2020

Por: Ricardo Bolaño González.


Antes que Lana y Lili Wachowski se hicieran célebres por convertirse en las directoras transgéneros mas famosas del cine, a finales del siglo XX ya habían llegado a la cúspide del séptimo arte gracias a la primera entrega de la ampliamente conocida Matrix.

Es por ello que al finalizar la trilogía, llamaba la atención cuál sería el resultado de su posterior entrega, una adaptación del anime Japonés denominado metéoro o Speed Racer, donde se relatan las gestas de un automovilista con gran talento innato, pero con actitud contraria a los intereses de las empresas multinacionales que deciden quien si y quien no puede levantar los grandes trofeos.

Toda una narrativa al estilo bíblico de David contra Goliat, donde es inevitable sentir empatía por quien representa la justicia y la lealtad deportiva, frente a la ambición y el egoísmo de aquellos que quieren convertir el deporte en un simple negocio económico.

Pero dejando de lado el aspecto cinematográfico, año tras año como testigo de ciertos acontecimientos deportivos, no puedo evitar preguntarme si la película además de cumplir su labor artística, pone dedos en algunas llagas.

Y me detengo en el deporte más famoso de todos, nuestro querido fútbol. En la temporada 2015-16, pasó algo casi inconcebible en Inglaterra, un equipo recién ascendido de la segunda división, contra todo pronóstico, se declaraba campeón delante de equipos que pueden considerarse grandes emporios financieros… un afortunado caso excepcional.

En ese momento, me atrevería decir que todos sentíamos ese triunfo como propio pues al igual que Speed Racer, Leicester dejaba atrás a gigantes como el United, Chelsea y al nuevo rico City, pues en la premier league, al igual que en las otras tres grandes ligas Europeas, resulta casi un milagro que un equipo pequeño o sin músculo económico, pueda soñar incluso con puestos clasificatorios de Champion League o Copa de Europa.

Desde principio de este siglo en España son felices viendo campeones únicamente al Real Madrid y al Barcelona (lo han perdido en tres oportunidades), en Alemania e Italia han habido prácticamente dictaduras por parte del Bayer Munich y la Juventus (a quien debieron descenderlo a segunda división para suspenderle la hegemonía), y en Francia desde que el Qatar Investment adquirió al Paris Saint Germain sólo el Mónaco (con una razonable inversión económica) logró evitar el resultado casi previsible en que se ha vuelto la Ligue 1.

Y aunque las realidades de Europa y Sudamérica son diferentes, de este lado del mundo no es que el cambio sea abrumador, pues si bien en países como Colombia, Ecuador y Perú no faltará una que otra ocasión donde un conjunto considerado pequeño logre el sueño de llegar primero, la regla general sigue siendo la misma, son los equipos tradicionales o con poderío económico quienes determinan el resultado del torneo.

Ahora, el punto de todo esto no es quejarse del sistema capitalista ni mucho menos, podemos aceptar como normal que existan equipos grandes y chicos, pues se supone que reglas como la del fair play financiero procuran que exista un límite de contratación que le de algo de equilibrio a los equipos.

El problema se presenta cuando además de tener una gran organización, y por ende mejores recursos y nóminas, la competencia ya de por sí desequilibrada se ve igualmente afectada por las tristemente famosas ayudas extra deportivas. Porque precisamente una de las cosas que hace tan llamativo al deporte, y en especial a los colectivos, es que no se trata solo de dinero, hay otras ecuaciones de por medio, como la disciplina, el trabajo táctico, el compañerismo, y sobre todo, el hambre de victoria.

Por lo tanto quien no se ha enfadado con un situación clara de penal no pitado, o una jugada dudosa donde el arbitro es quien no duda en favorecer, ¡oh sorpresa!, al poderoso. Se me viene a la cabeza el caso de un equipo Colombiano de los llamados chicos que jugaba muy bien a principios de siglo, fue a territorio extranjero y previo al juego los hinchas rivales (famosos por cierto) soltaron tal cantidad de fuegos artificiales que, ayudado con el clima, hacía imposible ver la cancha, sin embargo luego de cierto “debate” se determinó el inicio del juego donde al final el resultado fue desfavorable a nuestros paisanos.

¡De eso están hechas las carreras! ¡No tiene nada que ver con autos o pilotos! ¡Todo lo que importa es el poder! ¡Y el control absoluto del dinero! – me retumba aún esa frase lapidaria de Royalton burlándose en la propia cara de Speed, cuando este le da su negativa de firmar con su Corporación en defensa de su idea romántica acerca de las carreras de autos.

Entonces, no puedo evitar recordar que Chile nunca había ganado nada a nivel de selecciones hasta la llegada de Jadue a la vicepresidencia de la Conmebol, que la época dorada del Milán coincide con la llegada y vigencia de Berlusconi al poder político y económico de Italia, o sin irnos muy lejos, en Colombia además de los famosos casos de Nacional, América y Millonarios con sus vínculos non sanctos, el Junior ha tenido su época gloriosa precisamente cuando sus dueños vienen ganando terreno político en nuestro país.

Ya sé, reconozco que estoy hilando muy delgado y que no tengo pruebas de nada, pero tuve un Jefe que me metió en la cabeza una idea dolorosa: “piensa mal y acertarás”, que tiene que ver con que en la vida “las coincidencias no existen”, y esto podría sustentarlo enumerando varios ejemplos en distintas disciplinas deportivas.

Es así como me resulta difícil continuar de inocente ante hechos palpables a simple vista, atrás quedó aquel fútbol de potrero donde quien pusiera mas ganas y energía en la cancha se llevaba la victoria, el siglo XXI y la globalización lo trasladaron de los estadios a los televisores y teléfonos inteligentes, y de ahí resultó mas rentable que el campeón de la Champions fuere un equipo con seguidores en todo el planeta, a otro que carezca de figuras mediáticas en su plantilla, es más fácil que alguien se siente a ver una final de un equipo Argentino y Brasileño (con toda su aura), que ver una final de libertadores entre equipos Ecuatorianos y Colombianos.

Pero repito, que gane y continúe ganando el poderoso en principio no tiene nada de malo, lo que ha resultado mas que lamentable es que parece que ya no se gana en el terreno de juego… con VAR incluido.


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