Columna 7
PALABRA DE MAESTRO: HAREMOS CESAR LA HORRIBLE NOCHE
Por: Fare Suárez Sarmiento.
A menudo escuchamos voces de desencanto que provienen de sujetos con marcado acervo cultural, ethos científico y prestigio académico. No es para menos. Desde siempre, su postura política, (bien sea por tradición, bien por simpatía o por retribución de favores), sufre la decepción ominosa de quien espera buenas acciones y sólo recibe falsas razones.
El problema radica en que ese sentimiento desapacible se repite cada vez que el sujeto va a las urnas con la esperanza de que la nueva opción le devuelva le fe perdida. Al final, el resultado es el mismo.
Pero, ¿qué puede hacer? Lo más elemental es revisar la intención de voto, reflexionar en torno a cuáles son los intereses particulares y de grupo que mueven a un candidato que hace inversiones astronómicas de dinero, alianzas repulsivas y toda clase de artimañas para llegar al poder. De hecho, la historia no registra ningún samaritano que apueste enormes sumas de dinero en la conquista de un cargo público, sin sacar provecho de su posición.
Al contrario lo que nos cuenta la historia tanto pasada como reciente, no es cosa distinta del empleo de artilugios para socavar hasta el último suspiro económico del erario, sin que medien la vergüenza de partido ni la moral personal. Es lógico suponer, que si un grupo de individuos arropados con una bandera de partido invierte miles de millones de pesos, con el único propósito de multiplicar su inversión, tiene que hacer lo que sea necesario para lograrlo. Y en ello no juega la ley, ni la ética ni mucho menos la moral. A propósito de esta, el economista norteamericano Dick Mackcausland afirmó, que “la honradez es la única excusa de los pobres para dormir tranquilos, cuando los ricos ya se lo han llevado todo”.
Si por alguna circunstancia, el sujeto no revisa su intención de voto, ni reflexiona alrededor del accionar de su candidato, debe –por lo menos– pronunciarse, revelarse, volverse un insurgente de su partido que reclama por verdaderas realizaciones ciudadanas. Si no lo hace, cohabita de manera silenciosa en medio de la lujuria por el poder y se convierte en cómplice del derrumbe administrativo. Las lamentaciones no se harán esperar, puesto que los nombres no importan si la misión es la misma. Se trata de un remplazo que no iguala al anterior, lo supera, lo desborda en ineptitud e inmoralidad.
Que se dejen arrastrar los otros, resulta comprensible, pero los aludidos sujetos plenos de razón, están llamados a la transformación de las prácticas políticas, sin importar si le hicieron un favor, porque el precio a pagar es demasiado alto. Este sujeto dueño de un saber y poseedor de una competencia reflexiva incuestionable, no debe aplazar más su decisión de romper las cadenas que lo atan por amistad, retribución o tradición. Si lo hace, mañana será un sujeto libre, con voz propia, sin necesidad de propinas por el voto.
Quién es responsable por la mala inversión de la gente en una decisión electoral? Trataremos de acercarnos a una de las tantas vertientes que operan como respuestas. Hablamos de la lectura. Sí, la lectura de la historia política y cultural del país; o si se quiere de la escasa comprensión de los contextos políticos., económicos, sociales, culturales y educativos. Ya la práctica actual ha probado la muerte de los partidos, nadie los menciona; los nombres de los candidatos han intentado evitar a toda costa las eventuales confusiones o relaciones con gentes del mismo partido que tenga líos con la justicia, principalmente. Sin embargo, una lectura comprensiva de la historia sociopolítica y económica de los candidatos nos ayudaría mucho a equivocarnos menos. Comprender las cunas históricas y sus tradiciones pecaminosas, debería alejar a los votantes del error electoral. Esa es una de las razones por las cuales, el voto en Colombia no florece en contextos de clase, igual los cordones de miseria se acercan a los candidatos de la oligarquía nacional sin detenerse a pensar que su condición ha sido y será gracias a la perpetuidad en el poder de los doctorcitos que van y vienen cada cuatro años, u ocho para que la miseria de aquellos sirva de abono, materia prima que ha de mantener por siempre la riqueza flameada por las llamas del poder.
Algunas veces creemos que con una dosis de pedagogía política podemos cambiar la partitura mental de la gente, tal vez porque la reconocemos con formación académica y hasta cultural. Pero muchos votan en contra de, aunque el beneficiario gerencie el imperio de la opresión social.