top of page
  • Foto del escritorColumna 7

PALABRA DE MAESTRO: ESCUELA DIGITAL: ¿EN RED O ENREDADOS?


Por: Fare Suárez Sarmiento.


La educación aún no se recupera del déficit tecnológico que la ha mantenido a la zaga desde el surgimiento de las TIC a comienzos de los noventas. Han sido varios momentos de incertidumbre más que de complacencia, en la aprehensión y puesta en práctica de los nuevos dispositivos eléctricos, electrónicos y tecnológicos: el betamax, el video game, el computador, el video beam, la televisión HD, la internet, la tableta y el teléfono inteligente, han transitado a través del tiempo en la cultura escolar más como amenaza que como posibilidades de transformación y desarrollo del imaginario social, inmerso ahora en un escenario desconocido, avasallante e impersonal. La generación baby bloomers empezó a ver con cierta perplejidad las maravillas que brotaban del funcionamiento de estos aparatos. Algunos maestros las criticaron, las demonizaron y hasta se resistieron a su aplicación; otros, las padecieron en silencio y pagaban por ayuda extra para poder incorporar tales maravillas a la rutina de sus obligaciones académicas, pero el temor más fuerte lo constituía el debate que planteaba la posibilidad de remplazar al maestro. La etapa colonizadora había iniciado su curso.


Muchas tesis y teorías circularon en voces de expertos que en lugar de disipar los miedos infundados, produjeron renuncias afanadas. Comparaciones descabelladas entre el cerebro y el disco duro infringían otros miedos a los maestros: ya no serían venerados como el Oráculo de Delfos. La resignación llegó a la escuela y produjo estampidas de maestros muy valiosos dentro de los procesos de formación académica, pedagógica y convivencial. Algo semejante a la evaluación de desempeño docente impulsada en el inicio del gobierno de Andrés Pastrana, orquestada por su ministro de educación estrella Germán Bula Escobar, y reforzada por su sucesor Francisco Lloreda Mera, que erosionó el miedo más temido por todos: el de perder el empleo. Evento que alteró la dinámica de la escuela y estremeció la estructura sindical de la Federación Colombiana de los Trabajadores de la Educación.


La Generación Baby Bloomers debía saltar de la enseñanza basada en la suvidagogía hasta las complejidades de la tecnología. Los cambios acelerados de saberes y conceptos envejecían los conocimientos del maestro. El poder y el control habían sido transferidos sin remedio a los aparatos. Ni siquiera el ermitañismo tecnológico podía detener la novedad instrumental de la enseñanza. A pesar del bloqueo del maestro a las dinámicas curriculares, estas terminaron desplazándolo, arrinconándolo y forzándolo a desechar la pasión por la enseñanza. Apenas le quedaba la vocación formadora que se fue destruyendo debido a la pérdida de contacto humano. El diálogo con el maestro era menos placentero que el tecleteo productor de chismes e informaciones baladíes emitidas entre los pares a través de los megacelulares.


Peor aún: la prohibición del uso de los aparatos electrónicos en el aula– principalmente– se debía al analfabetismo digital de la escuela. A pesar de que nuevos talentos de docentes por meritocracia se venían abriendo paso en la educación, la Generación B B impedía que los teléfonos inteligentes se utilizaran como herramientas pedagógicas, facilitadoras de aprendizaje. Así, los maestros jóvenes, nacidos también en la era digital, no podían apelar a los dispositivos porque el veto al uso en el aula era fijado por los directivos, quienes generalmente eran habitantes de la Generación BB. Por lo menos, les quedaba la opción a los nuevos docentes de la comunicación inter red. Facebook, Twitter, Simbaloo y otros que se mostraban como los canales de interacción comunicativa de mayor uso. “No en vano hay quienes atinan a decir que la escuela de hoy tiene prácticas pedagógicas del siglo XIX, maestro del siglo XX y estudiantes del siglo XXI”. (Portafolio, 2013).


Las variables en las formas de abordar la enseñanza, acercaban al maestro a la internet y al alumno. La riqueza de sentidos que le damos a la información vale para cada alumno, no para todos en general. Por ejemplo, el maestro dispone de un libreto informativo sobre el aborto, pero los estudiantes quieren saber aspectos particulares que pueden hallar en la internet, pero que asustan al maestro de la Generación BB si los hallazgos exceden su conocimiento sobre el tema.


Es claro que la sociedad digital acumula nueva exigencias y variadas presiones contra la escuela, las cuales se vierten inexorablemente sobre los maestros. De esta manera se entiende, como lo señala Pérez Tornero, en su obra “Las escuelas y la enseñanza en la sociedad de la información”, (Paidós, 2.000), que la alfabetización no se restringe ya al acceso a la lectura y la escritura. De hecho ha dejado de ser conceptualizada en singular para dar cuenta de una pluralidad de saberes, en los que se incluye a los lenguajes audiovisuales, la capacidad de seleccionar y organizar cúmulos importantes de información y su procesamiento digital.


No obstante el tiempo transcurrido, el maestro sigue soslayando el paisaje digital que le ofrece la vida cotidiana. Ni los Smartphone, ni las Tabletas, ni laptops, ni ideapads, logran sacudirle las añoranzas del ancla del pasado; sin embargo, resulta curioso el hecho de que los hogares estén repletos de estos dispositivos por demanda de los niños y jóvenes con el abastecimiento complaciente de la Generación Baby Bloomer.


Cada cuando hablamos de la generación digital, se asume que todos los niños y jóvenes acceden por igual a la manipulación y control de los dispositivos electrónicos y de los aparatos digitales, mas no es así. La injusticia y el desequilibrio social marcan limitaciones y diferencias estrechamente relacionadas con la estructura política de la sociedad de clase. La escuela pública, por ejemplo, se halla en extrema desigualdad frente a la educación privada: los estudiantes de la escuela pública apenas acceden dos o tres horas semanales al uso del computador, que son las correspondientes a la intensidad horaria del área de Tecnología e Informática, en tanto los de la escuela privada no solo cuentan con un computador personal en su casa, sino con la mayoría de aparatos que le permiten sumergirse en escenarios complejos del universo digital. La tenencia, las posibilidades de dominio y el uso indiscriminado en el tiempo constituyen factores de desigualdad y de acentuación de la diferencia de clase. La otra muy sentida marginalidad de los nadatenientes alude a la densidad de los router (dispositivo que permite la conectividad a internet). La más alta densidad del router se presenta en los sitios privilegiados. Los barrios contagiados con la peste de la pobreza poco o nada saben del uso de la red. Como bien lo apunta el investigador canadiense Larry Khuen “la desigualdad en el uso se da porque no existen condiciones materiales y culturales para la utilización plena de las tecnologías. Por factores físicos, de infraestructura o por limitaciones en el conocimiento y la información, hay poblaciones destinadas a utilizar la tecnología de una manera precaria.” (Seminario internacional sobre pedagogías críticas. Nov. 18-19 2.013, Bogotá).


Ya el optimismo ha regresado al ideario del maestro. Atrás quedó la nesciencia (deber de saber algo) tecnológica y el temor a cederle el puesto de trabajo al computador. Ahora, son pocos los maestros que aún persisten en pagar para que ingresen sus notas (valoraciones) a la plataforma; los demás, aquellos que preferían desconectar el equipo de sonido porque no hallaban el botón adecuado en el control remoto para apagarlo, se ríen de sus miedos pasados, ya no se sienten enredados al chatear o subir maricadas al Facebook. La evangelización tecnológica tuvo lugar. Las resistencias fueron vencidas y la descolonialidad pedagógica quedó aplazada.


Ahora, es un grito en cuello el deseo de la escuela pública del regreso al proceso pedagógico físico; niños, jóvenes y maestros padecen del síndrome nostálgico de Chaplin. La algarabía, las riñas, los apodos y las mamaderas de gallo acompañadas de algún llanto perdido exclamando: “¡seño vea”! siguen guardadas en los ecos de la memoria en espera de la inminente reactivación.


Atrás ha quedado el miedo inicial al contacto solitario con el computador o el celular, como presunto remplazo del aula. Sin embargo, hoy muchos maestros agradecen al Covid-19 su llegada al planeta porque fueron forzados a reinventarse, a desafiar su ignorancia tecnológica y vencerla. Además, ha sido esta circunstancia la que ha producido la mayor comprensión de la realidad socioeconómica y cultural de los contextos sociales de donde se nutre la educación pública. Ya al maestro no le queda duda alguna respecto de la enorme y profunda zanja de desigualdad entre los niños que atiende en la escuela y los otros.


126 visualizaciones1 comentario

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page