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PALABRA DE MAESTRO: EDUCACIÓN: ¿VIRTUAL O PRESENCIAL?

Actualizado: 11 sept 2021

Por: Fare Suárez Sarmiento.


Todo este largo debate nos ha conducido hacia una aporía filosófica propia de la escuela de Megara en las extensas discusiones protagonizadas por los sofistas. Sin embargo, a diferencia de los griegos, los expertos en educación no han acudido a las tesis especulativas para formular argumentos que logren validarlas; al contrario, las razones expuestas tanto a favor como en contra se hallan en el seno de los escenarios a la vista de todo el mundo.


Los sectores que se aferran a la educación virtual solo lo hacen en contraposición a la anhelada presencialidad, como una alternativa didáctica para evitar la interrupción de los procesos académicos. No obstante haber tendido una mano, la virtualidad develó la ruina de la educación pública por un lado y exhibió –en toda su dimensión– la miseria familiar en lo atinente a los dispositivos tecnológicos y las fuentes que los activan. Ni siquiera la población de la educación superior podía garantizar su aprendizaje, bien sabemos que no se trata exclusivamente de la tenencia o carencia de los aparatos electrónicos por donde han de circular los discursos académicos, también debemos destacar como obstáculo casi insalvable, las circunstancias de modo y lugar que convierten el mapa de nuestro territorio en la más cruda expresión de desigualdad y exclusión social: lugares poco hóspitos, secuestrados por el recio invierno, en los cuales –por fortuna– el Covid-19 ha aplazado indefinidamente su visita, vías de acceso en las que los burros y las mulas conforman las únicas caravanas capaces de sortear el lodo, las piedras y los árboles derribados. Pueblos hundidos en su rutina, ahogados en su propio silencio, abrazados a su “tierrita” presos en la incertidumbre sembrada por la histórica invasión y salvaje expropiación, en estos tiempos en los que el latido de la resurrección y activación de la motosierra suena inminente.


No hay duda de que el fantasma del trastorno esquizotípico planea sobre los niños y púberes. El patrón de déficit social o interpersonal se habrá de hospedar en la personalidad causando enorme deterioro en las posibilidades de interacción con los pares en menoscabo de las relaciones personales. Además, el trastorno esquizoide derivado del aislamiento prolongado o ausencia de la escuela cultiva la individualidad y el egocentrismo dando lugar a la aparición súbita de la excentricidad dado que el abecedario de normas convivenciales escolares no aplica, sobre todo para los púberes. Peor aún, la escasez de relaciones amigables estimula la pérdida de sensibilidad social al tiempo que restringe las expresiones emotivas, incluso dentro del núcleo familiar.

La carencia de los espacios propios donde se gestan la sociabilidad primaria crea en los niños una especie de conducta ermitaña que puede determinar un estado futuro de aislamiento y melancolía que afectaría sus relaciones personales en gran medida. El aula, punto de encuentro, sitio donde el calor humano aviva la interacción y los niños exhiben su ego, defienden su burbuja íntima y empiezan a tener conciencia del sentido de propiedad.

Nadie discute ni rechaza que la naturaleza de la escuela se centra en la formación integral del individuo. Ningún elemento de implicación social, político, económico, antropológico, cultural, deportivo, religioso, académico y fundamentalmente axiológico, queda por fuera de la consideración educativa. También es pertinente precisar que la escuela, o la educación que allí se imparte procura llenar los vacíos o debilidades formativas que los niños y jóvenes traen de sus hogares. Se puede asumir como una entidad pedagógica y sicosocial que contribuye con la familia en la formación de los niños y jóvenes, especialmente en lo atinente a los valores éticos, morales y convivenciales, fundamentos claves hacia el alcance de la ciudadanía. La educación virtual, no puede considerarse una opción, un remplazo de la presencia en el aula, mucho menos una posibilidad de encuentro con el otro. Así, sólo podría aceptarse como un instrumento, un medio que logre complementar las actividades propias de la formación en la escuela, de lo contrario, su praxis indefinida podría conducir en poco tiempo a una mixofobia que obstaculizaría aún más el desarrollo sicosocial de los niños y de los púberes, agrietando sin remedio las posibilidades de socialización.

Lo único claro es que la educación virtual no es extrapolable a todas las clases sociales, como tampoco a todos los niveles académicos. En la educación superior puede decirse que los jóvenes, adolescentes potenciales, ya han logrado los grados de sociabilidad necesarios y de formación sicosocial y axiológica suficiente que bien podrían avanzar en sus etapas académicas a distancia, bajo el método virtual.

Al margen de todas las discusiones, debates y posiciones frente a la virtualidad y la presencialidad, queda bien sentado que no existe ningún método equiparable con la educación presencial en edad escolar; no obstante, la preocupación se centra en las estrategias que hasta hoy han acentuado el hiato entre la enseñanza y el aprendizaje sin que los actantes protagonistas del sistema convoquen a la reflexión, el análisis y la discusión acerca de la coherencia entre la realidad contextual sociopolítica, económica, cultural del planeta y la oferta académica que riñe y se distancia cada vez más de las urgencias del país.

Nunca será válido el clamor de algunos segmentos de la sociedad en cuanto al regreso a clases en el aula, a sabiendas que los niños, púberes y jóvenes seguirán victimizados por un maestro austero, fiel a los mandatos de forma y contenido, junto con la práctica de una estructura pedagógica con la cual pocos están de acuerdo. Volver a la escuela para asistir a “un más de lo mismo”, lejos del mundo real, sería esclavizar a los estudiantes, encadenarlos a un sistema de valores inauténticos, abolidos y remplazados por los que dicte el poder hegemónico del capital. Esconder u omitir la historia actual y las formas y actores que la están escribiendo en Colombia, es minimizar las esperanzas en lugar de llevarla al aula y darles la voz a los alumnos para observar la concordancia entre los eventos callejeros y el apoyo silencioso, pero apoyo al fin.


Alguna vez anoté la pertinencia de la apertura de un debate sociopolítico que desnudara la pobreza y limitaciones del aprendizaje escolar. Solo si conocemos los vacíos y demandas del presente, podremos levantar la mirada hacia el futuro y evitar la repetición generacional. La meta de formar una nueva generación que pueda tener espacio en el tejido social, laboral y político del país es un clamor, un estruendoso coro que se atreve a desafiar el silencio del poder y destejer la hipocresía de la burguesía criolla. Los todotenientes suelen reducir el problema de la exclusión y del no lugar a la dicotomía irreconciliable entre ricos y pobres. Esa no es la cuestión. Mientras la pobreza no arrastre la dignidad humana se puede respirar su aire, deleitarse con su paisaje y viajar de vacaciones a las propias playas y escalar sus enormes y empinadas montañas, como lo hemos hecho siempre.


La historia de la humanidad registra la existencia convivencial de ricos y pobres sin que los últimos hayan padecido del despojo moral de su yo existencial. No hay rastros en la memoria escrita de la cosificación del ser por su condición de pobreza. Esta deshumanizante expresión de poder y control de la clase dominante, en cambio, se ha esforzado por excluir a los pobres del alfabeto social a través de la anulación del peldaño que les corresponde dentro de la actual pirámide donde apenas alcanzan a registrarse dos clases: ellos y nosotros.

El retorno a la educación presencial nos llama a la posibilidad de orientar a niños y jóvenes con la suficiente autonomía que derive en pensamiento capaz de cuestionar e indagar más allá del discurso petrificado ofertado por la escuela. La historia tal como está registrando los hechos en el país, debe reservarle unas páginas al renacimiento y descolonialidad de la educación, para que este perpetuo apagón pedagógico termine y podamos gritar que realmente cesará la horrible noche. Esta nueva escuela postpandemia está dispuesta a combatir la adicción a la frustración y curar la ansiedad de la impotencia. Creará la conciencia de que otro país es posible con los estudiantes, maestros y comunidad de aprendizaje vestidos con el mameluco de la creatividad. Tal vez sea la única manera de salirle al paso a la tesis del escritor boliviano Ricardo Ragendorer y revertir su infalible certeza: “El invento más eficaz que se puede atribuir al capitalismo es la fabricación de pobres de derecha”.

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