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PALABRA DE MAESTRO: DEL MANTRA PREELECTORAL

Por: Fare Suárez Sarmiento.


En realidad, ya no causa vergüenza, ni rabia, ni rubor. Parece que el imperio de la vulgaridad ya absorbió todos los límites éticos y morales. No hay oído en el país que no quede expuesto al ingenio de los mal decires y al morboso delirio por estrujarse el honor y la integridad. También parece que las familias le apostaran a la indiferencia, aunque podría pensarse que solo se quedan en guardia para ripostar con dosis más fuertes de acusaciones o diatribas inmorales. Es la época en la cual los trapos sucios se lavan en cualquier rincón de Colombia y los limpios corren con la mala suerte de que los otros los manchen sin piedad con el veneno de la calumnia.


Nuestro territorio no es una arena llena de tensiones y propiciadora de infartos como podríamos creer, sino un bullicioso circo desacralizado que hiere la tradición de las sanas costumbres de las gentes que veían los cargos de las corporaciones públicas como el ejercicio pleno de una dignidad, no como la práctica suprema de un poder omnímodo que subordina, avasalla, persigue, destruye y limpia el camino para que la riqueza pública haga tránsito sin obstáculos hacia las cuentas privadas.


Hablar de degradación es poco. Pero la guerra sucia que se vive en el país por la disputa de un sitial de honor en el Congreso de la República o en el Palacio de Nariño, tiene escasos antecedentes conocidos en la historia electoral de Colombia.


La prensa escrita y las redes sociales hacen sus aportes a los procesos de desintegración de grupos y partidos a partir de la indecorosa exhibición de eventos y circunstancias cuestionables en los que se observan como protagonistas a candidatos o sus familiares. Las emisoras y los canales privados de televisión sirven de escenario para que los odios se multipliquen y los resentimientos fluyan sin control. Es lamentable que la función social y el mandato constitucional se hayan dictado para otros medios y no para las que mortifican la dignidad de las personas decentes con comentarios que rayan en la obscenidad.


Qué plausible sería que tanto medios como redes sociales declinaran sus rencores y bajas pasiones y propugnaran por una pedagogía electoral tan crucial en estos momentos de marcado analfabetismo político en el país. En su lugar, se vuelven monotemáticos y sus empleados e invitados se constituyen en una pandilla transitoria sin voz propia, porque si no piensas como ellos y no dices lo mismo que ellos, no podrás participar del enorme banquete de la malversación de ideas que día tras día le abonan al rechazo de la gente que se sabe irrespetada.


Es inconcebible la forma como se descalifican los candidatos. Son tan fuertes las ansias de poder que todos le apuntan al 13 de marzo como el día del juicio final. Ojalá que después de las elecciones esa agua turbia y fétida que ha corrido debajo del puente no sea la única disponible para calmar la sed de todos los depredadores de la moral personal y familiar de los candidatos y candidatas triunfadoras.


Tal vez, el viento suave y amable que sopla desde la sierra para bañarse en el mar alcance a visitar todos los rincones del país para que aquellos candidatos probos, besen con amor de hijos nuestra Abya Yala y les demuestren a los jóvenes que es posible detener el chorro de sangre que mana del indefenso erario para que haya cama para tanta gente que opta por vivir despierto por no tener donde dormir. Ojalá el congreso logre hospedar los más de cien sueños despiertos que aún luchan por convencernos de que aunque no todo lo nuevo es bueno, insistirán en convertir los buenos en mejores.


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