Columna 7
PALABRA DE MAESTRO: CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN LA EDUCACIÓN
Actualizado: 11 sept 2021
Por: Fare Suárez Sarmiento.
Hemos venido asistiendo a una marejada de cambios sistemáticos en todos los escenarios de nuestra cotidianidad, de la cual poco hemos dado cuenta desde la reflexión y el debate. Sólo escuchamos voces especializadas que vienen anunciando la crisis del capitalismo y vaticinando su inminente sepultura. Aceptamos, bajo ceguera, esa tesis debido a que no nos alcanza la enciclopedia política y económica para comprender que la actual oscuridad del capital se debe al final de una fase dentro del modelo económico global, pero que los magnates no se alarman porque la solución a la tan aludida crisis se viene tejiendo desde la Feria de Hannover (Alemania) en 2011 en cuyo evento mundial se acuñó el término “Industria 4.0” por primera vez.
Las transformaciones de las industrias con fuerte impacto en la sociedad han recibido la bendición de todas las clases y sectores porque el mundo se ha convertido en un lugar accesible, un espacio que gracias a los cambios cabe en cualquier hogar. En atención a esa circunstancia, hoy contamos con Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat, Wechat y Tik Tok, consideradas las redes sociales de mayor manipulación por niños, jóvenes y adultos que acceden a los contenidos sin posibilidades de verificación en cuanto a veracidad y sana orientación. Además, el vértigo del cambio se reconoce con la suplantación de las páginas amarillas por Google, de la renta de las películas debido a Netflix, Prime Video, Disney Plus y HBO, entre las más usuales, las Fintech en los bancos, los Chatbots a los Call Centers, Úber y Didi en el servicio público de taxis y la extensa lista de domiciliarios.
Nuestra preocupación crece con menos velocidad que la incursión de la “Industria 4.0”. El sector educativo se ha visto amenazado con la abrupta incorporación del espectro digital en la vida académica de los niños, jóvenes y adultos. Las debilidades estructurales junto con la escasa posesión de los instrumentos mediadores del proceso de aprendizaje, desnudaron la flaqueza propositiva del magisterio colombiano, la cual se expresó con la aceptación sin resistencia pragmática de la educación virtual impuesta por el gobierno nacional. Más que rechazo al lado de una contrapropuesta pedagógica, aún se perciben aplausos por el tremendo perjuicio causado a los estudiantes más ninguneados del país. Pero si la realidad impuesta por el Covid-19 no nos sumergió en la discusión propositiva, nos preocupa lo dicho por el columnista Víctor Muñoz en relación a la existencia de más de dos millones de apps disponibles solo en IOS y Android. Estos desarrollos irán aumentando por las disrupciones de la industria con la llegada de la cuarta revolución y sus tecnologías IoT, (Internet of Things) impresión 3D, realidad aumentada, computación cuántica, inteligencia artificial, blockchain, entre otras.
El sector educativo no es ajeno a este proceso de transformación, y desde hace ya algún tiempo los países han adoptado coding en etapa temprana, STEM en educación básica y secundaria, y el uso de plataformas MOOC como Udacity, Coursera, EDX o Platzi, con enfoque en modelos de certificación de habilidades, sustituyendo los tradicionales grados y posgrados. Incluso muchas empresas han iniciado sus propios campus de formación creando modelos de universidades corporativas, mientras que el capital para restarle fuerza, confianza y credibilidad a la educación deplora los resultados provenientes de evaluaciones externas que pretenden situar a países como Colombia entre los más afortunados por contar con políticas serias e incluyentes, como los bien sabidos Finlandia, Corea del Sur, Japón entre otro puñado, cuyos logros educativos descalabran los de nuestro país por las causas reincidentes a través de la historia. Además, les resulta muy cómodo a los grandes capitalistas del planeta desprestigiar la naturaleza, eficacia, pertinencia y necesidad de la educación, si deslumbran a la sociedad con las alusiones constantes al éxito y la felicidad encarnados en Jack Dorsey, inventor de Twitter, David Karp, el fundador de Tumbrl, Steve Jobs, el fundador de Apple, quienes antes de amasar sus inconmensurables fortunas, fueron famosos por la deserción escolar temprana.
La crudeza de la realidad desatada por la amenaza de derretir el Ikigai japonés (sueño, propósito en la vida) de nuestros niños y jóvenes, podría sonar a la explosión de un fatalismo sembrado en los innominados, pero la incertidumbre dejó de ser una posibilidad pensada también por la clase media, para traducirse en una verdad que galopa por senderos despejados custodiada por los gobiernos genuflexos de este continente. Nos vendría muy bien atender la voz del polaco Zygmunt Bauman cuando expresa: “La visión de una movilidad social ascendente guiada por la educación, que neutralice las toxinas de la desigualdad haciéndolas soportables y convirtiéndolas en inofensivas, y la aún más desastrosa visión de la educación utilizada como medio para mantener en activo la movilidad social ascendente, son ahora dos visiones que están empezando a evaporarse de forma simultánea. Y con su desaparición, aquella excusa, propiciada y usada de modo común por nuestra sociedad en su esfuerzo por justificar sus injusticias, se va a encontrar en un serio aprieto...Sea como fuere, algunos observadores franceses ya se están apresurando en profetizar la llegada de la “generación ni-ni” (ni empleo ni educación), quizá la primera generación verdaderamente global.” (Sobre la educación en un mundo líquido, p. 82, Paidós, 2013).
Si la casi extinta Tercera Revolución Industrial, con prevalencia del imperio de las comunicaciones, sacudió los cimientos del sistema educativo y apenas los agentes empezaron a movilizar su capacidad creadora y su archivo cultural para acceder medianamente a la digitalización de la enseñanza, no tendría que sorprendernos la escalada de deserción laboral cuando nos enfrentemos, de acuerdo con el informe de “The future Jobs” para 2022 al hecho de que las habilidades demandadas para desempeñar la mayoría de los trabajos cambiarán drásticamente.
Los resultados de los análisis expuestos incluyen, por un lado, una disminución en la demanda por habilidades manuales y capacidades físicas, y por el otro, un incremento por conocimientos relacionados con el pensamiento analítico, la innovación y estrategias de aprendizaje. Las habilidades humanas como la creatividad, el pensamiento crítico, la persuasión y negociación, mantendrán o aumentarán su valor al igual que la resiliencia, la resolución de problemas y la flexibilidad.
Resulta evidente la inmisericordia social contra los nadatenientes. Ya no se hablará de brechas, zanjas y distancias. El abismo donde caerán los más pobres será tan profundo que la extinción cabría dentro de las posibilidades de la premonición. Desde ya, el director del SENA en Colombia ha explicado por diversos medios la manera cómo se manifiesta la cuarta revolución industrial. Carlos Estrada Molina ha referido que la formación tecnológica, la automatización digital y todo lo concerniente a máquinas, equipos y elementos de robótica estará a cargo de las grandes empresas. Escuelas y universidades abrirán sus puertas para que la revolución industrial 4.0 efectivamente revolucione la educación de acuerdo con el currículo de automatización que remplazará el actual libreto educativo. De otra parte, la demanda propiamente humana de la cuarta revolución industrial será atendida en formación psicoafectiva por el SENA, escenario destinado al lavado de cerebro que requiere el mercado. Los estudiantes serán adiestrados en la sumisión y obediencia. El silencio, como único derecho empresarial será la entrada al conformismo; también la capacidad para resolver problemas con apoyo de la resiliencia que se pondrá en práctica de acuerdo con los preceptos promulgados por el currículo elaborado por el SENA para ese fin. Ya no veremos robots solamente sirviendo tinto, sino fabricando la cafetera. Se nos vino la IoT (Internet de las cosas). Todos los electrodomésticos, vehículos, casas, máquinas y todo tipo de objeto están conectados a internet y este a su vez arroja información para la toma de decisiones.
Realmente tenemos la obligación ética y moral de buscar puntos coincidentes a partir de una reflexión profunda para hallar fórmulas menos dolorosas o indoloras frente a lo que viene embistiendo con furia la educación, porque atendamos de nuevo a Bauman “es la primera vez de la que tengamos memoria, en la que “toda una generación de graduados” se enfrenta a una alta probabilidad casi a la certeza de conseguir unos empleos que serán ad hoc –temporales, inseguros y de tiempo parcial– O unos pseudoempleos impagados “de adiestramiento” que han sido recalificados, de modo engañoso como de prácticas....o bien se enfrentan a unos períodos de desempleo, cuya extensión será más larga de lo que tardará la nueva clase de graduados en añadir su nombre a las ya antinaturales y largas listas de espera de las oficinas de empleo”.