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LIBERTAD POLÍTICA Y LIBERTAD INDIVIDUAL

Por: Jairo Arturo Fontalvo Sarmiento.


En el discurso “La libertad de los antiguos comparada con la libertad de los modernos”, Benjamín Constant, expone dos libertades, la libertad política (entendida como la de los antiguos), la cual está asociada a la participación del pueblo en los asuntos públicos, tales como votar sobre las leyes y guerras; y la libertad individual (entendida la de los modernos) que está relacionada al goce de ciertos derechos como la propiedad privada, el derecho a elegir con quien casarse, a donde viajar, que pensar, etc., aparentemente estas dos libertades son contrarias, sin embargo el ser humano no debe permitir que el goce de sus derechos civiles tenga como consecuencia la abstención de sus derechos colectivos.


Igualmente, Alexis Tocqueville hablaría sobre democracia y su gran amenaza “el despotismo”. Para éste autor, la libertad política en una sociedad considerada democrática, no solamente es relevante el reconocimiento y las garantías de los derechos individuales, sino que también es un deber la promoción de la participación en asuntos políticos, donde el ejercicio de la libertad política da al individuo las bases para aprender el valor del interés común y el respeto por los derechos de las otras personas.


Teniendo en cuenta lo expresado por Constant y Tocqueville, las libertades políticas, individuales y civiles están circunscritas al concepto de poder y legitimidad. Dichas libertades necesitan de la legitimidad como ingrediente necesario para que el poder florezca sin miedos y ataduras. Caminar solitario en el poder sin la compañía esencial de la legitimidad, sería tropezar muchas veces por causa del temor a no ser aceptado por los gobernados.


La legitimidad no comulga con un Estado donde el león de la corrupción afila el diente para devorar a cualquiera, ni comulga con la serpiente de la violencia que envenena silenciosamente a la dama inocente de la Paz. El Poder mal manejado es como un lobo feroz disfrazado de dulces ovejas patrocinadas por el tigre de la ambición que se come imprudentemente al jabalí de la democracia, generando caos y confusión en un pueblo cansado de reclamar sus derechos.


Lo que es inaceptable es que se imponga la perpetuidad en el poder (el despotismo) pues se atentaría no solamente contra la institucionalidad sino contra los principios democráticos. No es adecuado para una democracia que la luz pluralista se apague por la imposición individualista de un ser humano poderoso.


Siguiendo a Constant, la libertad política de los antiguos se deriva inexorablemente del principio de la legitimidad para que el ejercicio del poder sea democrático y no caer en el despotismo, el cual según Tocqueville constituye una gran amenaza para la estabilidad y seguridad jurídica de los Estados. Igualmente, la libertad individual de los modernos debe ser entendida como el conjunto de derechos individuales que van encaminados a la consecución del poder bajo una visión colectiva.


Es prudente afirmar que sin libertades individuales no puede haber libertades políticas. El derecho individual de cada persona es premisa fundamental para la configuración de la democracia participativa y representativa. El ciudadano para llegar al poder debe suplir previamente sus esenciales necesidades. Lo individual se hace colectivo, cuando la potestad subjetiva de tomar decisiones políticas tiene efectos en la sociedad y en el territorio.


Ahora bien, el despotismo es un factor que desnaturaliza y divide los derechos individuales y colectivos, esto es, la democracia representativa no debe ser un vehículo para favorecer los intereses particulares, sino un pacto social que involucre la legitimidad proveniente de la voluntad del pueblo y las acciones éticas y constructivas del gobernante.


La libertad de los antiguos tiene su base en el consentimiento del pueblo para que adquiera legitimidad, y la libertad de los modernos nace de la voluntad individual que se transmite a un gobernante para que defienda legítimamente sus intereses colectivos. Siendo así, la libertad política de Tocqueville es una mezcla de la libertad individual que se encarna en la democracia representativa para la defensa del bienestar y el bien común de la sociedad. En la medida que exista una armonización permanente de las libertades, la gran amenaza del Despotismo pierde su fuerza destructiva.


La intervención del pueblo en los asuntos públicos se materializa a través de los mecanismos de participación que la Constitución y la ley le concede a la ciudadanía. Luego, la conquista de derechos y la trasformación del ordenamiento jurídico no solo nace de las distintas expresiones democráticas, sino del derecho individual a elegir a las personas idóneas y competentes para dirigir los destinos del territorio y la sociedad.


La elección del gobernante debe partir de un acto consciente y libre para que la libertad política no esté por encima de la libertad individual. Las acciones del gobierno serán legítimas siempre y cuando la expresión subjetiva del ciudadano se convierta en obras que beneficien a lo colectivo, o de lo contrario, no tendría sentido la creación del ordenamiento jurídico constitucional como garante de las libertades que se derivan de la soberanía del pueblo.


En ese orden de ideas, ambos conceptos de libertad de Constant están ligados a la percepción de Tocqueville al afirmar que el individualismo es una enfermedad social que afecta particularmente a las sociedades democráticas, pues la implementación excesiva de la libertad individual limita la participación del pueblo y el ejercicio arbitrario de la libertad política obstruye las distintas expresiones de la ciudadanía en la organización del Estado.


Constant y Tocqueville coinciden que el despotismo es el mayor enemigo de la democracia y las libertades. Disuade a la libertad política cuando limita la participación de los ciudadanos en los asuntos más importantes del Estado. Igualmente, atenta contra la libertad individual porque impide el derecho a la propiedad y de asociarse libremente.


En consecuencia, el uso de las libertades independientemente de la época que se susciten, deben defender y promover la soberanía y los derechos fundamentales para el ejercicio legítimo de la democracia representativa, la cual requiere inexorablemente de la vigilancia y el control para evitar el despotismo y fomentar el pleno cumplimiento de los principios de justicia e igualdad.


En ese orden de ideas, el principio de separación de poder implica una concepción de pesos y contrapesos entre los órganos del Estado para evitar el monopolio o concentración del poder. Su real aplicación nace de la voluntad soberana del pueblo que no solamente elige a sus gobernantes para que lo represente en las distintas ramas del poder público, sino que ejerce su control a partir de los derechos derivados de la libertad política y la libertad individual. Luego, el Estado no puede estar por encima de las libertades, pues son éstas las que finalmente triunfan en la organización social, política y económica de los territorios.


En ese sentido me atrevo a manifestar que el trasfondo principal de Constant y Tocqueville era resaltar la importancia del ejercicio de las libertades para la organización constitucional del poder del Estado. Incluso, antes de la creación del ordenamiento jurídico, ya existía algún grado de libertad ciudadana como elemento esencial de la democracia. Luego, las diferentes formas de libertad se cristalizaron conjuntamente tanto en la antigüedad como en la modernidad.


Por otro lado, la soberanía está implícitamente integrada a la libertad de los antiguos y a la libertad de los modernos, esto es, la potestad del pueblo de darse su propio ordenamiento jurídico es un acto naturalmente político que tiene como propósito materializar los derechos individuales de la ciudadanía. Siendo así, podemos decir que sin libertad política e individual no puede haber soberanía.


Ahora, la voluntad soberana del pueblo no debe renunciar a los derechos individuales ni tampoco abstenerse de la participación política. Debe existir un equilibrio entre el ejercicio de la política y el goce honesto de la propiedad privada. De allí se desprende el valioso principio de “mi libertad llega hasta donde llega la libertad de los demás”, en otras palabras, la libertad individual y la libertad política deben complementarse armónicamente toda vez que si se traspasan los límites de ambas libertades se genera la injusticia, el desorden y la desigualdad.


Finalmente, hay que observar el principio de la libertad en forma objetiva sin acudir a clasificaciones que generan ambigüedad y confusiones, tal como lo trata de mostrar Constant, pues las realidades estatales son cambiantes pero los principios son permanentes y determinantes para disuadir la injerencia negativa y peligrosa del tan mencionado Despotismo de que habla Tocqueville. Vale decir, no es la antigüedad ni la modernidad la que define la libertad política y la libertad individual sino su aplicación racional producto de la naturaleza humana, que es inalienable e indeleble.

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