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LA PALABRA Y LA RAZÓN

Actualizado: 17 jul 2021

Por: Jairo Arturo Fontalvo Sarmiento.


“Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino”.


Mahatma Gandhi.


La palabra era Dios en el principio y antecede toda expresión humana. Solo conociendo la palabra de quien la creó, que es Dios, nos llenamos de la gracia para vislumbrar la razón como luz edificante de amor, unidad y esperanza en el camino de la vida.


Para que el río del conocimiento jamás pierda su cauce, necesita que las corrientes de la sabiduría, nunca tropiecen con las piedras de la ignorancia que arrastren al Hombre a la orilla tenebrosa de los actos irracionales. Si queremos que ese río desemboque en el mar de la verdad, debemos nadar sobre las aguas democráticas de la palabra basada en la razón.


La democracia en Colombia además de cimentarse en los principios constitucionales y legales, requiere la valiosa combinación de la expresión oral y el razonamiento, para que las propuestas realizadas por los gobernantes no sean inicuas, inocuas y vacuas, sino obedezcan al fundamento real, claro y preciso que exigen los gobernados al ejercer su votación.


La razón y la veracidad son dos elementos importantes dentro de la manifestación democrática de cualquier ser humano. La razón como factor esencial para solucionar el problema y la veracidad como alternativa unificadora entre lo que se dice y lo que se practica.


El recepcionista de la palabra puede esgrimir dos actuaciones en cualquier tipo de debates: aceptar los argumentos del contendor o refutar con razones la debilidad de las afirmaciones del emisor. La primera actuación se relaciona con el reconocimiento de la verdad naturalmente relativa y materialmente indiscutible del opositor, y la segunda posición, va encaminada a corregir la apreciación individualista del detractor conforme a la legalidad y al pensamiento democrático del pueblo.


Las intervenciones en un foro, sea de carácter académico, político, cultural o económico, tienen que ser argumentativas y explicativas acompañadas de la validez de una prueba o evidencia que sea indiscutible, esto es, el argumento tiene que ser respaldado por la realidad social y la explicación debe justificarse por la verdadera ocurrencia de los hechos.



Ahora, la razón no comulga con el insulto y la grosería, pues la palabra dicha de esta manera hace caer al interviniente en incongruencias donde prevalece más la rabia que el raciocinio. Las opiniones indecentes derriban la mezcla virtuosa de la razonabilidad y la veracidad haciendo que el debate pierda su esencia. El lenguaje humillador y desafiante obstruye los argumentos y disuade la crítica constructiva.


La palabra dicha con la razón soportada en las pruebas es mucho más coherente y categórica que la palabra sustentada en la fuerza. La primera contiene elementos legítimos y la segunda degenera en la tiranía y la arbitrariedad.


Cuando la persona no tiene la capacidad de darle credibilidad a sus argumentos, utiliza el insulto como herramienta cobarde de manifestarse ante el adversario, y eso es sumamente peligroso para la construcción del debate fraterno y propositivo. Las afirmaciones fundamentadas en la razón son amigas de la democracia y las expresiones que tienen como único fin la venganza, son aliadas del autoritarismo.


Si actualizamos lo manifestado anteriormente, se infiere que la razón inherente al ser humano está por encima de la palabra uribista, santista o petrista que por muchos años se ha impuesto en el país. Si bien debe existir en los territorios una representatividad política orientadora de sus destinos, nunca puede pretenderse que el huracán ideológico de unos pocos prevalezca sobre el pensamiento razonable de muchos. Si el sol poderoso del universo siempre espera que la luna aparezca para que el día y la noche concilien sus diferencias, ¿Por qué nosotros como seres pensantes, no esperamos utilizar la razón como fuente de paz, respeto y unidad para superar nuestras divergencias y adversidades?


Ruego una reflexión a cada uno de los ciudadanos colombianos para que apliquemos en forma consciente las siguientes palabras: “Si te disgustaste porque otro te contradijo y rechazó tus puntos de vista… ¡cálmate! Te quejas de que otro no te comprende. Hay que tener la capacidad para reconocer que la posición de tu opositor se debe, entre otros motivos, a las circunstancias en las que ha vivido, las cuales influyeron en su manera de actuar y reaccionar. Comprender al otro no es negar las propias convicciones, sino aceptar que cada persona es diferente a ti, porque sólo comprendes a los otros cuando aceptas su individualidad”.

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