Columna 7
LA JUVENTUD UNIVERSITARIA, VÍCTIMA INVISIBLE DEL CONFLICTO INTERNO
“Por ser escenario de movilización social, generadora de conocimiento, buscadora de la verdad y parte fundamental de la conciencia crítica de la sociedad, la comunidad Universitaria fue blanco de todo tipos de violencias durante el conflicto armado. Sus afectaciones alcanzaron dimensiones poco conocidas…”
Comisión de la Verdad. Diario El Tiempo, domingo 29 de agosto de 2021, pág. 1.16.
Por :Álvaro Echeverri Uruburu.
A lo largo del siglo pasado, la juventud universitaria se hizo presente, por medio de grandes movilizaciones, en los momentos de crisis vividos por el país, anunciando con su presencia multitudinaria el tránsito hacia importantes cambios y transformaciones sociales.
Pero, ese comportamiento de compromiso de los jóvenes con el destino de la nación, cobró la vida de muchos de ellos, lo cual no deja de constituir un fenómeno que denuncia el carácter escasamente democrático del régimen político colombiano.
Así, por ejemplo, las manifestaciones estudiantiles del 1929 en contra de la hegemonía conservadora de más de 45 años y que ofrecía, entre otros siniestros resultados, 15 huelguistas asesinados durante uno de los paros en la empresa petrolera “Tropical Oil co”, filial de la “Standard Oil” de Nelson Rockefeller; lo mismo que, un gran y desconocido número de muertos de trabajadores y sus familias, ametrallados por las tropas oficiales en Ciénaga, cuándo adelantaban un cese de actividades en la empresa norteamericana “United fruit” en 1928.
El agonizante régimen conservador respondió a las justas protestas de la juventud Universitaria ante los crímenes, disparando contra estos, ocasionando la muerte del estudiante Gonzalo Bravo Páez.
Veinticuatro años después, el 8 y 9 de junio de 1954, cuando precisamente se recordaba el crimen de aquel estudiante y en el curso de dos numerosas marchas de estudiantes de la Universidad Nacional, son asesinados, primero el estudiante Uriel Gutiérrez y al día siguiente, 13 estudiantes más, acribillados por la fusilería del Batallón Colombia recién regresado de la Guerra de Corea. Estos hechos ocurrieron en los inicios de la dictadura, promovida por las élites políticas y económicas nacionales, del General Gustavo Rojas Pinilla.
En la década 60-70 del siglo pasado, mientras un sector de la juventud universitaria optaba por la lucha armada ante el cierre del sistema político en razón del establecimiento del Frente Nacional que instauraba una hegemonía compartida y excluyente entre los dos partidos tradicionales, el liberal y el conservador, otro sector de esa misma juventud, por medio de un enorme movimiento que incorporaba a casi todas las universidades del país, enfrentaba las políticas oficiales que pretendían debilitar las universidades públicas y someter su estructura y sus planes de estudio a los cánones de las universidades norteamericanas.
En ese preciso momento de la reciente historia del país, comienza la masiva victimización de la juventud universitaria. En palabras de la Comisión de la Verdad:
“El movimiento estudiantil tuvo su principal pico de movilización en 1976... la respuesta violenta al auge de la movilización social implicó escenarios de militarización de los campus universitarios y recurrentes declaratoria de estado de sitio…. La Fuerza Pública y la Justicia Penal Militar adquirieron facultades especiales que propiciaron violaciones a los Derechos Humanos, entre los cuales se cuentan asesinatos, ejecuciones extrajudiciales en modalidad de << ley de fuga>>, detenciones masivas y arbitrarias y judicializaciones sin respeto pleno a los derechos [de los detenidos] y torturas (El Tiempo, agosto 29 de 2021, pág. 4 .16).
Entre 1978 y 1991 “la violencia contra el sector universitario adquirió las mayores dimensiones. Durante ese período los asesinatos de universitarios fueron de 259, atribuidos en su mayor parte a organizaciones paramilitares y a “autores desconocidos”.
Gracias al Nuevo Pacto Constitucional de 1991, de acuerdo con la Comisión, se produjo un paréntesis en la espiral de violencia contra los sectores universitarios. Infortunadamente duró poco. Hasta 1994. A partir de ese año, se regresó al registro de crímenes contra miembros de la comunidad universitaria, hasta alcanzar los picos más altos en 2002. “Son los periodos de más álgida violencia paramilitar en la mayoría de las universidades”, particularmente, las pertenecientes a nuestra Costa Norte.
La Comisión de la Verdad, acudiendo a los informes suministrados por algunas universidades, a registros de prensa y a entrevistas con víctima y exiliados, ha podido recopilar una serie de datos sobre la violencia a la que han sido sometidos nuestros jóvenes universitarios a lo largo de los últimos 50 años y que han permanecido desconocidos por la opinión nacional. A continuación pasamos a resumirlos así:
Entre 1962 y 2011 han sido asesinados por fuerzas tanto del Estado como paramilitares, 603 universitarios; 32 han debido tomar el camino del exilio para salvar sus vidas.
96 jóvenes universitarias han sido objeto de homicidios, muchos después de haber sido sometidas a desnudez forzada, amenazas o efectivamente violadas.
Por supuesto, estos datos tendrían que ser completados con los homicidios y otras formas de violencia desmedida, como nunca antes en la historia reciente del país, cometidos contra muchos jóvenes universitarios durante el paro de noviembre de 2019 y el ocurrido durante los meses de abril a junio del presente año y cuyos responsables han sido en su mayoría miembros de la Policía Nacional y de su escuadrón antidisturbios, el cuestionado ESMAD.
Ante estas realidades del presente pero vistas con la perspectiva histórica que nos ofrece la Comisión de la Verdad, ¿Cómo no solidarizarse con los sentimientos de repudio y dolor de nuestros jóvenes estudiantes cuando en las pantallas de sus ordenadores colocan expresiones –que irritaron injustamente a algunos colegas– como aquellas que decían: “mientras estoy en clase, afuera están matando a mis compañeros”.
Sostuvimos atrás, que muchas veces el sacrificio de la juventud Universitaria, movilizada por grandes ideales de justicia, fue el anticipo de importantes cambios sociales. Las muertes y otras afectaciones recientes sufridas por nuestros jóvenes, serán, quizás, la cuota de sacrificio que la historia demanda a la sociedad actual para ingresar a un proceso de cambios y transformaciones que, como nunca antes, el país todo anhela y exige.