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LA INTOLERANCIA, UN CORTO CAMINO DEL ANTAGONISMO A LA ENEMISTAD

Actualizado: 31 jul 2021

Por: Esperanza Niño Izquierdo.

“Entendemos hoy por fanatismo una locura religiosa oscura y cruel”.


Voltaire.


El sentido común o la forma ingenua y espontánea de relacionarse ha sido desde el sol de los tiempos la máxima racionalidad de los seres humanos. En épocas de incipiente desarrollo del pensamiento filosófico, el hombre en su devenir logra racionalizar todo aquello que aún no comprende como los fenómenos naturales a los cuales les da una explicación mítica por cuanto desconoce aún las leyes que los explican. Pero en lugar de ello, desarrolla el sentido de comunidad sobre aspectos de convivencia que aceptan todos los miembros que la componen, fundamentalmente hacia el desarrollo social. Así por ejemplo, el sentido de cooperación en recolección de las cosechas en la elaboración de productos artesanales, hasta llegar a su comercialización, todo ello se logró gracias al sentido común de una colectividad que compartía los mismos intereses.


Parte del desarrollo social, tiene que ver con el reconocimiento de las diferencias entre los asociados, el respeto por el pensamiento de los otros, de sus credos, de su raza, de su origen. Es de aclarar que el sentido común y la tolerancia no son sinónimos, pero de alguna forma se coaligan para permitir que los seres humanos crezcan socialmente de manera armónica y pacífica. Cuando se rompe esta ligazón la sociedad se ve avocada al “Thanatos” de su propia destrucción: La pulsión de la muerte, la muerte de los otros, la muerte de la ideas.


La intolerancia o ausencia de voluntad para aceptar las creencias de los otros ha llevado a cometer los peores crímenes nacidos en el odio y la discriminación. Un ejemplo histórico de dimensiones trágicas cometido contra una mujer en la antigüedad, sembró tanto odio y discordia que, con la ola de violencia que se desató, puso fin a una etapa gloriosa del conocimiento y desarrollo de las ciencias, las matemáticas y la filosofía que habían alcanzado altísimos niveles de desarrollo, dejando por tanto, un vacío en el saber humano que demoraría siglos en recuperarse y no totalmente, por lo mucho que se perdió.


Hipatia de Alejandría


Nos remontaremos a los siglos primeros de la era cristiana, para descubrir a Hipatia la legendaria filósofa neoplatónica, libre y luchadora contra la intolerancia.


Alejandría, fue la gran ciudad que Alejandro Magno soñó como la gran metrópoli del conocimiento. Razón por la cual los alejandrinos se destacaron por acoger no solo el saber de los griegos sino el universal de su época. Diseñada como una urbe iniciática del racionamiento es descrita por los historiadores, como una ciudad que desde su entrada, la Puerta del Sol, estaba surcada por largas galerías de columnas majestuosas, era definida como la “expresión arquitectónica y social del “logos” del pensamiento mismo”. Desde Tolomeo Soter, su primer gobernante, se había construido el Museion, precursor de los museos que le sucedieron. Era la universidad de la época. Allí se encontraba instalada la “Biblioteca poliglota” que contenía la mayoría de los libros conocidos hasta ese momento. En la primera planta funcionaban los talleres de artes y oficios y la facultad de ingeniaría que construiría el Faro que por largo tiempo identificaría a la ciudad y fue una de las 7 maravillas del mundo antiguo.


En el Siglo III Alejandría seguía siendo como la gran urbe de las ideas, por cuanto allí se realizaban sin número de actividades intelectuales y se teorizaba sobre temas de matemática, geometría, astronomía, medicina, filosofía y artes.


Desde el punto de vista religioso, en Alejandría convivían y se discutían las ideas del paganismo y del judaísmo, elevadas a las más altas teorizaciones. En expresiones de Maria Dzielska, biógrafa de Hipatia, la sabia mujer de nuestra historia, al describir esta época: “El Museion, la biblioteca, los templos paganos en decadencia, las iglesias, los círculos de teólogos, filósofos y retóricos, las escuelas de matemáticas y de medicina, la escuela catequística y la rabínica creaban un conjunto bien estructurado que respondía a las necesidades intelectuales y culturales de sus habitantes”. En ese momento era la tercera ciudad del Imperio Romano.


La situación política y religiosa y las discusiones teológicas sobre los temas filosóficos que argumentaban unos y otros para dar sustento a sus teorías, cambiaron sustancialmente cuando el Emperador Teodosio I adoptó mediante Decreto leído en todas las ciudades del imperio, que la religión cristiana en adelante sería la religión oficial. Hecho este que pasó de ser materia de controversia intelectual, a enfrentamientos violentos que desembocarían en desmanes cobrando muchas vidas.


Los enfrentamientos y pugnas entre los cristianos y los paganos seguidores de este credo especialmente entre las clases altas, la élite de aquella sociedad, habían llegado a exacerbar los ánimos de los habitantes de la ciudad, pues el cristianismo se había expandido con mucha fuerza entre las clases populares. La religión cristiana apenas en proceso de formación dogmática y teológica, tenía entre sus dirigentes, líderes informados en la teología como Anastasio, pero su sucesor Cirilo resultó un monje de carácter rígido y fanático, se hizo elegir como Patriarca Sagrado de Alejandría, dedicándose a imponer su credo por encima de cualquier otro pensamiento filosófico, político o religioso. Fue sin duda uno de los momentos del cristianismo fanatizado más radical de la antigüedad.


En ese entorno de tensión intelectual y religiosa nos encontramos con Hipatia de Alejandría (376 d.C.) la filósofa neoplatónica de ideas libres que profesaba como la mayoría de los pensadores y sabios helenísticos, el paganismo. Ella se destacaba como firme defensora de la tolerancia. Es educada por su padre Teón, filósofo y matemático del Museion en el que más tarde ella misma enseñaría. Su educación estuvo enfocada a formarse como un ser humano completo, según el ideal griego, que suponía armonizar la sabiduría, la belleza y la razón. Un ser humano perfecto.


Hipatia estudia en Grecia y en Italia matemáticas, filosofía y lógica y conoce los criterios de enseñanza platónicos. Se dedica a la docencia de las matemáticas y a la investigación de los misterios del movimiento de la tierra con respecto al sol y la luna. Se destacó como gran maestra de filosofía, guiada por los escritos de Platón y de otros filósofos. Sócrates escolástico, 20 años después de su muerte escribió: “[Hipatia] alcanzó tales alturas de erudición que superó a todos los filósofos de la época, continuó la escuela platónica…e impartió clases sobre todas las ramas de la filosofía a quienes querían escucharla”. Cabe recordar que sus alumnos dejaron innumerables escritos en donde además de responder a cuestiones propias de la materia, declaraban el gran amor y respeto por su maestra, como Sinecio de Cirene quien después sería miembro del episcopado de la misma Alejandría, cuyo legado epistolar nos dejó conocer muchos aspectos de la vida y obra de Hipatia.


Los cristianos Alejandrinos manifestaban su gran enemistad con Hipatia por sus posiciones ideológicas racionalistas que no involucraban lo religioso y por tanto, se negaba a convertirse al cristianismo. Este hecho la lleva a ser acusada de conspiración contra el Patriarca Cirilo, líder de los parabolarios (monjes rudos que además, servían de fuerza de choque en la lucha contra los judíos y paganos) y de las hordas fanáticas del momento. Ella no es popular ni acogida por el pueblo bajo de Alejandría también porque vive apartada de la “polis”. Los seguidores de Cirilo encuentran una manera de explotar el desinterés de Hipatia por la religión y se idean un plan para que el pueblo bajo la rechace con odio. Hacen correr el rumor de que la célebre filósofa es en realidad una “abominable mensajera del infierno”, consagrada a los astrolabios y a la comunicación diabólica con los astros.


El Historiador Thomas Cahill, relata así el sacrificio despiadado de Hipatia a manos de esas hordas desenfrenadas y fanáticas animadas de odio e intolerancia: “en el año 415 un ejército desquiciado de monjes iletrados de hábito negro se tomó las calles de Alejandría cual hueste de murciélagos, “humanos solo en sus rostros”… Ahora la turba se topó con Hipatia que salía del Museion… Una mujer que no inclinaba la frente a las creencias de los cristianos… la sacaron del carruaje y la llevaron a la catedral, la desnudaron, le arrancaron los ojos, la desollaron viva y la hicieron pedazos con los filudos azulejos que habían arrancado de los mosaicos”. Murieron con ella los estudios de matemáticas, de astronomía, y de física, pues estas hordas intolerantes asaltaron el templo de Serapis, centro del culto pagano, destruyendo innumerables volúmenes que allí se encontraban. Estudios y escritos de la sabiduría antigua, algunos de los cuales sólo volverían a ser conocidos después de casi mil años de distancia.


El mundo vuelve a saber de Hipatia en la literatura europea en el siglo XVIII, en la llamada “Ilustración”, especialmente rescatada por Voltaire quien dice en su “Diccionario filosófico” refiriéndose a Hipatia: “Enseñó a Homero y a Platón en Alejandría, durante el reinado de Teodosio II”.


Hipatia nos deja un legado en el Álgebra, ocho libros de tratados de Geometría, un canon de Astronomía, mapas cartográficos de cuerpos celestes y muchas obras más. Además de su legado intelectual, la figura esplendorosa de Hipatia se convierte en un claro ejemplo de cómo se podía convivir en sociedad donde todos los credos se expresaban libremente. Ella como su biografía nos lo demuestra, en sus aulas de clase dictaba los saberes a estudiantes que profesaban diferentes credos. Allí se discutían posiciones antagónicas de unos y otros. Hasta cuando el pensamiento libre, pasa de ser de opuestos a enemigos a ultranza intolerantes convirtiéndose en violentos capaces de sacrificar a sus contrarios.


La filósofa de la antigüedad fue una víctima de la superstición y de la ignorancia que lleva a la intolerancia, enfermedad del espíritu más difícil de sanar que la más grave de las enfermedades del cuerpo.


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