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ES EL TIEMPO DEL TIEMPO

Actualizado: 31 jul 2021

Por: Esperanza Niño Izquierdo.

No malgastes tu tiempo, pues de esa materia está formada la vida”.

Benjamín Franklin.

La Soledad del tiempo. Borges en muchos de sus cuentos y escritos nos hace reflexionar sobre la intangibilidad del tiempo, sobre la relatividad del tiempo: “El pasado es la sustancia de que el tiempo está hecho; por eso se vuelve pasado enseguida.” Así en todas las épocas de nuestra vida vamos viviendo sin darnos cuenta que es el tiempo el que nos recorre. Somos su sustancia aquello que hace posible que como seres individuales y como sociedad evolucionemos.

Pero no es tan cierto que todo es pasado. Si nos viéramos en profunda reflexión interior entenderíamos que el tiempo no es pasado es solo presente. Como tal nos responsabiliza de lo que hagamos con él. Cada salida de sol, y cada puesta, es nuestro compromiso. Por ello, en este tiempo en el encierro que vivimos, nos habitan grandes espacios de soledad, no la soledad del estar solo, no, la soledad del espíritu, esa que nos llama, esa que nos desvela y nos pregunta si el día que pasó nos hizo sentir un grado de felicidad o muchos o por el contrario, solo la insatisfacción recorre nuestro ser, el perfecto estado introspectivo evaluador de la existencia.

Gravita en estos tiempos un sentimiento de desposesión. No valen las cosas materiales: muchas ni las disfrutamos ni nos interesan. Veinticuatro horas tras otras veinticuatro sin fin, hacen el tiempo interminable. Llena nuestras horas el aparato infernal, aquel que soterradamente se introduce desde el aura, llega a la pupila conectada al cerebro y allí se queda, invadiendo el interior y el exterior desvalido, sin control, sin defensa.


Se abren las puertas del encierro y corremos al exterior a ver de qué nos estábamos perdiendo, retomamos la realidad de la calle donde ocurre lo insólito, la ficción se toma nuestro ser, de pronto estamos en otra dimensión. La atmósfera pesada huele a miedo, aterroriza la mirada de las gentes, marcan distancia con un medidor imaginario. La máscara que cubre sus rostros impide ver la angustia, la burla, los ojos, la sonrisa, rostros impertérritos. Mejor retroceder a la guarida segura que con miedo hemos creado. Esa nos aguarda con el cálido reflejo de lo que en verdad somos.

Con todo, el tiempo en la guarida nos dio la oportunidad de expandir el cerebro creativo para compartir, sin caer ni arrastrar al pequeño mundo que habitamos en las garras oscuras de la locura. Pudimos trabajar, “teletrabajo” esa palabra que tan de moda está, permitió a medio mundo comunicarse con el otro medio, los niños recibir clases a distancia, a los otros les propuso y aceptaron vivir de manera simbiótica con las redes sociales y cuantas posibilidades brinda la tecnología, la nueva deidad, como decía el poeta “cualquier cosa puede volverse santa si se le reza con dedicada devoción”.


La Tecnología, el “nuevo dios”, la mente brillante que todo lo ve, que todo lo sabe de nosotros y de los otros. Nos informa y desinforma, nos manipula a su antojo. Hoy ha cobrado forma, es una “entidad”, que habita entre nosotros, es omnipresente, nos guía, nos aconseja que ver, que comprar “one line”, nos acompaña a todos los lugares de la guarida: el baño, “el único lugar que quedaba en la casa para filosofar” como decía Ernesto Sábato ya lo profanamos, además tiene puesto en la mesa y cocina.


Sin lugar a dudas la “tecnología del hogar” como familiarmente se le llama a ese intruso que abarca las vidas de esta humanidad, todos sin excepción hemos caído en sus tentáculos. Valga decir que sin lugar a dudas el dr. Google es una herramienta básica para el conocimiento en múltiples materias, desde las más intrincadas ciencias del conocimiento, las humanidades, la filosofía, el arte en todas sus manifestaciones, todo está ahí, hasta los juegos extremos que envician y autizan a todos los que en sus redes quedan atrapados. Si lo buscas lo encuentras; como decía un pequeño “búscalo en Google, si no está es porque no existe”. No, ahora no es preciso trepar en las bibliotecas vetustas de libros empastados en el limpio terciopelo del conocimiento. Él todo lo sabe.


En la era de estas tecnologías desarrolladas, de estadísticas, mediciones, los peligrosos algoritmos que permiten a esa inteligencia arrasadora saber los gustos de los “usuarios” (así nos llamamos ahora) perdimos la identidad, ya no somos nosotros, tú, yo, ahora todos somos iguales un holograma un algoritmo. Nos orientan y relativizan el pensamiento para manipularlo para determinar tendencias. Ha surgido una nueva generación de líderes, lideresas, Youtuber, influencers, coaching, hasta lectores del tarot y toda suerte de mediocres que engatuzan gente con su charlatanería. Todo ello ha contaminado la existencia, ha desplazado los diálogos, los libros de las bibliotecas. Nos está devorando sin compasión, como un nuevo espectro sigiloso que se toma sin pudor nuestra existencia. Se engulle nuestro tiempo, el presente, el pasado y el futuro nos lleva a la soledad del Tiempo.

Lo que importa aquí es lo que vendrá, lo que saldrá de nosotros. El tiempo lo dirá, será un nuevo amanecer, volveremos a vivir nuestra vida escapando, huyendo de los algoritmos. Más descanso lúdico, más literatura, más poesía. ¡Más tiempo presente!

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