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EL VALOR DE LOS AÑOS VIVIDOS …

Actualizado: 31 jul 2021

“¿Qué importan los años? Lo que realmente importa es comprobar que a fin de cuentas la mejor edad de la vida es estar vivo”.

Mafalda.

Por: Esperanza Niño.

El reloj marca la hora, y la hora lo días y los días los años. Son muchos de unos y otros que se han vivido para llegar a la “tercera edad” eufemismo que se usa para no utilizar la verdadera y única palabra que describe un estado humano, una época, una etapa: Vejez. Pero hoy, sin miedo y sin tapujos, se escribe, se divulgan estudios, estadísticas, cuadros socioeconómicos para hablar de un mundo cambiante en relación con la población. Al parecer, según estos estudios, la población que está llegando a la vejez es cada vez mayor en todos los continentes, por ende, una gran preocupación para los gobiernos.


Pero, ¿qué es llegar a la vejez? Es llegar aún vivo con las fuerzas que no son las de la juventud. Son las que nos habitan en el momento y no somos de ellas, haciendo cualquier cosa, esto o aquello. Estas hermosas palabras las hallamos parafraseando a Cicerón cuando en los diálogos sobre la “De Senectute” así cavilaba:


“¿Para quién siembras abuelo? Para los dioses inmortales quienes no solo desean que yo reciba estos bienes de mis mayores, sino que también los transmita a las generaciones posteriores”. He aquí una clara filosofía de la vejez, no solo para ofrendar a un dios se siembra, si no para agradecer a los mayores, a los ancestros aquellos que nos enseñaron con su bondad, pero también para aquellos que vienen después de nosotros, las nuevas generaciones que recibirán el cálido afecto que transmite el conocimiento.


O como afirma la Dra. Laura Cartensen, investigadora de geriatría en la Universidad de Stanford al referirse a los viejos: “sus canas y articulaciones rígidas no les impiden seguir siendo la fundación sólida e innegable de nuestra sociedad. Si estamos dispuestos a escuchar y a aprender, comprenderemos que su importancia va a más allá de la de cuidadores de nietos”.

Sin embargo, en estos dinámicos tiempos ambiguos de lucidez y de egoísmos, se han venido acuñando nuevas fobias, entre ellas, una que tiene que ver con el aforismo “Edaismo” o “culto a la juventud” que ahora en nuestros tiempos da un enfoque individualista y prepotente de venerar a la juventud y despreciar la vejez. “La juventud siempre se ha privilegiado frente a la vejez” tal como afirma un médico gerontólogo investigador de esta temática.


Lo anterior, hace discriminatoria a la edad avanzada considerándola improductiva, ociosa y una carga social. Olvidan ellos, el principio filosófico de la naturaleza de los seres vivientes que nos enseñaba aquel axioma del final de las cosas. En la naturaleza siempre es necesario el final, que se convierte en la savia que alimenta con su fruto y renace con la semilla. “Sucede en las plantas, en los árboles con sus brotes y en los frutos de la tierra, tras su madurez aportan su mejor resultado, su mayor utilidad” nos recordaba también en la “Senectute” Cicerón.


En China y Japón desde siempre los ancianos han sido venerados. Les corresponde una posición privilegiada a diferencia de lo que ocurre en occidente y especialmente en los países en desarrollo. Allí, ellos son pilares de la sociedad, son respetados por todos. Nunca su existencia es desconocida, por el contrario se reconoce tanto en lo social como en lo cultural, en el arte, vemos en las mismas calles esculturas que concitan a mantener el valor de edad vivo. Es así por ejemplo, al entrar al museo donde se descubrieron y conservan los Soldados de Terracota en Xi’an, Provincia Shaanxi en China, una monumental escultura de un anciano tomando la mano de una niña recibe a los visitantes para darle la bienvenida al pasado al presente-futuro. En estos países en los programas sociales, se asignan labores a los ancianos sin remuneración alguna pero prestan un servicio social que los hace felices, necesarios y productivos.

Ya lo decía Confucio:

“Si no demuestra respeto por los ancianos ¿en que se diferencia de los animales? –pero no de todos los animales, ejemplos nos da la naturaleza con la manada de lobos o los elefantes que cuidan a sus mayores dentro de su grupo-. Decía también que las opiniones y la aprobación de los ancianos era indispensable para tomar decisiones trascendentales, por ello se les debía brindar respeto y reverencia.

En nuestro medio “la tercera edad”, obedece más a un sentido utilitario, es decir, más a una construcción social, como la que inventamos de estratificarnos, que a una etapa biológica propiamente dicha.


En la antigüedad se presentaba una ambigüedad con la vejez. Era entendida como aquel hombre o mujer que tiene más vida sobre sus espaldas y por tanto más experiencia y conocimiento de las cosas o de las artes. Pero también se consideraba esta etapa de decrepitud y sufrimiento.

¿Con cuál de estas concepciones debemos quedarnos ahora? En el discurrir de estos tiempos de encierro y el que nos espera, ha sido un camino abierto también para los viejos: la alternatividad de la tecnología para comunicarse con sus hijos, nietos y parientes en momentos de soledad incierta. Esta tecnología se ha convertido en el brazo virtual que une a las familias y aquilata el afecto no solo en lo familiar sino el social. Hace parte de su nueva vida y nueva productividad moviéndose en el mar de información que le permite una nueva actividad, que nunca pensó poder entender y menos dominar. Este descubrimiento refuerza y amortigua la fragilidad emocional de su soledad.


Todo lo dicho tiene una razón. En muchos países se están desarrollando políticas y programas de atención, de salud y bienestar para este grupo cada vez más grande de población. Nosotros en ciudades en construcción o en remodelación, deberíamos pensar que todos ineludiblemente vamos “in decrescendo”, así que alistémonos, comencemos a pensar en las calles que recorreremos, en los andenes con rampas fáciles de transitar, en los semáforos con personitas que detienen o dan el paso al cruzar las calles o avenidas para proteger también a los ancianos, pensando en una arquitectura urbana más humana y en proyectos productivos, tecnológicos también para ellos.


No puede seguir sucediendo en nuestras ciudades de andenes despedazados, de alcantarillas destapadas cloacas que resuman del subsuelo espíritus malignos, nauseabundos, rodeadas de seres como zombis recostados semimuertos sobre el pavimento sin que nadie se percate de su humanidad, sobreviviendo en un mundo surrealista y deshumanizado.


En ese inhóspito mundo, los viejos, en interminables filas para acceder a un servicio, a medicamentos, a servicios públicos o bancarios, los ancianos deben enfilarse inermes, en este horror de calles, sin aleros al rayo del sol o a la intemperie de la lluvia, de pie o con su bastón esperando un turno. O que al salir de una de tantas diligencias o de cualquier compra, encuentren trampas humanas que terminan en fracturas fatales, sobre todo a su edad.


No puede seguir pasando que un anciano desvalido caiga en la calle y no aparezca un alma generosa que lo auxilie. No. Debemos desde ya comenzar a sensibilizar a los niños, jóvenes, a todos, sobre la importancia de desarrollar espíritus solidarios, compasivos, comprensivos, con aquellos que están caminando por el sendero tapizado de hojas de otoño. ¡¡¡Propongamos una sociedad más inclusiva con ellos, no olvidemos que el reloj sigue inexorablemente marcando las horas para todos…!!!

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