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EL CUADRO DE LOS ARTISTAS

Actualizado: 19 jul 2021

Por: Catalina López Lafaurie.


Tenía 32 años, era un pintor extraordinario y apasionado por el lienzo en todas sus formas, aplicaba técnicas clásicas, surrealistas y abstractas cuando un disparo atravesó su sien. El gatillo de la pistola fue apretado por él mismo. Fue víctima y victimario de su ser.


Rafael Díaz Padilla, pintó el cuadro más trágico en el cuarto de su casa, sin darle permiso a los sueños emerger por el extremo pesimismo que una sociedad estigmatizada.


Algunos creen que en el arte no hay victorias ganadas, pero el artista no es quien gana cuando hace una obra de arte, es quien la aprecia el que obtiene sus beneficios. El espectador es quien se estremece, vibra, conoce y obtiene nuevas maneras de ver el mundo.


Vivimos en un entorno donde la concepción de ser artista no parece ser una opción decente, solo para los que pueden obtener garantías económicas.


El arte ha existido desde el principio de los tiempos, como una expresión máxima de la visión del hombre de su realidad y los mundos que componen la creatividad desde sus distintas habilidades.


El arte, tiene el poder de hablarnos de historia, cosmovisión, psicologías, política, costumbres y la forma en que cada artista retrata la realidad espacio-temporal en la que vive, nos ofrece el conocimiento de mundos desconocidos. Incluso conocemos los demonios y los brillos que rodean al interior del artista para conectarnos con sus obras.

La música, la pintura, la escultura, la arquitectura, la literatura, la danza y el cine, son las expresiones más frecuentes que vemos del arte. Por tanto, lo que hace poderosa estas destrezas, es la extrema capacidad de sensibilizar al público, de entregar mensajes contundentes y de perdurar en el tiempo. De hecho, cuando viajamos hacia algún país o ciudad que desconocemos, lo primero que nos muestran para saber su historia son las expresiones artísticas.


Ahora bien, el reto de quienes eligen el arte como su faro de vida es enfrentar la estigmatización de una sociedad que no conoce el valor de estas destrezas y que intrínsecamente las llevan consigo.


Las expresiones artísticas son aplaudidas en las clausuras o actos cívicos del colegio, pero no como elección de vida. De hecho, son elegidas en la pedagogía para aprovechar las habilidades que el conocimiento puro no logra. Aun así, pareciera que los artistas tuvieran que justificar más que en una corte el por qué tomaron tal decisión.


El arte tiene el poder de mover cada fibra en nuestro interior como Jimi Hendrix tocaba las cuerdas de su guitarra; oprime nuestras heridas como Mozart las teclas de su piano; reta nuestro intelecto como las columnas y muros que levantó Gaudí con su arquitectura; nos transforma como Miguel Ángel tomó un gran bloque de mármol y lo convirtió en un David; mueve nuestras emociones como la danza nuestro cuerpo; nos representa como un actor en cada personaje, nos maravilla como Da Vinci con su ‘Mona Lisa’ y nos estremece hasta la muerte como Shakespeare a Romeo y Julieta. La vida de un ser humano sin el arte sería estéril.

Como toda profesión es luchada, aunque es posible vivir del arte, no es un privilegio de todos. Así que el camino de lanzarse de los riscos por las victorias es el de los artistas.


Rafael Díaz Padilla, de quien hablé al principio vivía en Santa Marta, era de condición económica modesta, soñaba con darle una mejor vida a su madre y le frustraba saber que a su edad no lograba conseguir independencia financiera, sus cuadros no eran pagados por el valor y tiempo invertido en ellos. No conseguía trabajo de ningún tipo. Justo por eso, tampoco lograba ganar en el amor.


El dinero jamás fue su motivación, pero todos soñamos con sostenernos de lo que nos apasiona, él veía esa posibilidad cada vez más lejos y de ahí su fatal decisión.


Planeó cada escena de su escalofriante suicidio, incluso, pintó el recorrido que haría la bala dentro de su cerebro. Cuidó cada detalle, cada momento, la distracción de todos en su casa. En plano secuencia cerró la puerta de su habitación, se sentó en la cama, apuntó, respiró profundo y se escuchó el ¡bang! Ahí terminó todo.


No se dio a conocer como artista, al final quería ser docente. En cierto modo, la frustración le ganó, escuchó las voces equivocadas, se refugió en las etiquetas y en lo que otros dijeron. Pocos días después de su muerte supimos que había ganado el puesto de profesor en un colegio de la ciudad. Había ganado la oportunidad que tanto había esperado. Había ganado. Por el contrario, nosotros lo perdimos.


‘Rafa’ como solía decirle, fue alguien a quien quise mucho, era parte de mi familia pero cuando murió, yo era muy pequeña para comprenderlo. Han pasado más de 17 años desde aquel día, su sonrisa todavía brilla en mi mente y las paredes de mi casa aún conservan sus obras.


Artistas: no se rindan sí el camino que eligieron les apasiona. Justo cuando se dan por vencidos es cuando la oportunidad estaba a punto de llegar. En este camino, como en todos gana quien le apuesta a la disciplina, el compromiso, la paciencia y la fe en sí mismos.


“Para el arte no estaría mal vivir más de una vida”, Vincent Van Gogh.

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