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EL ARTE EN LA HISTORIA DEL CARIBE (0)

¿El por qué una columna de esta naturaleza?

Por: Jorge Enrique Elías-Caro.

Cuando uno escucha a los “mayores”, es para aprender, o al menos para plantearse nuevas inquietudes. Ese refrán popular que dice: “sabe más el diablo por viejo que por diablo”, es por algo, y la verdad, es muy cierto. Hace una par de semanas cuando los editores de Columna7 me invitaron para que participara activamente con una columna de opinión semanal o quincenal sobre diversas fenomenologías del contexto que abordaran distintas problemáticas de tipo social, económica o política, o mejor dicho de actualidad, me originó un manto de dudas sobre el aceptar el reto, hasta el punto de pensar en no hacerlo, pese a la cortesía con que lo hicieron.

Primero, porque en este período de mi vida en el que me encuentro, lo que menos deseo es complicarme con temas que en lo absoluto me llenan como persona o me hacen feliz, y segundo, porque ya el estudio de la historia inmediata, aunque es muy importante para comprender lo que sucede en la actualidad, para mi desde hace ya un par de años dejó de ser objeto de análisis. Y no es porque no me importe lo que suceda con el presente. Es que ya le perdí el interés o no le encuentro significado investigar sobre ello. Como me dijo un amigo de manera jocosa –como para “joderme” o “mamarme gallo”–: “ya tu vives entre el dieciochesco y la centuria decimonónica”. Afirmación que en parte es cierta. Mi campo de interés actual, sobre todo, es el “Gran” Caribe, pero entre los siglos XVI y la primera mitad del siglo XX, espectros temporales más amplios de los que me indilgaron en los que “vivo”, es decir, entre los siglos XVIII y XIX.

Al consultar a los “sabios y viejos” amigos para que me orientaran sobre lo que podría llevar a cabo como un trabajo constante, con el fin de mantener una columna que no requiriera extensas jornadas de investigaciones, me permita leer y escribir de forma permanente para aprender cada día, hacer lo que me gusta, sean temas que me brinden muchos conocimientos, pero a la vez, que emocionalmente regocijen mi ser. La respuesta, como todo “viejo diablo y sabio”, estos me dijeron, palabras más, palabras menos: ten en cuenta que, aparte de todo eso que deseas hacer para sentirte cómodo al escribir, piensa en el otro actor. O sea, en el lector, pues, aparte de lo anterior, el escrito debe ser ameno y su lectura debe gustar como tema, pero lo más importante es que cubra un espacio periodístico en el que otros no hayan incursionado, sean temas novedosos, originales e inéditos. Como quien dice “escribe lo que te de la gana”, pero que instruya, guste y aporte al conocimiento, tanto en la generación –por el vacío temático que se cubre–, como en la apropiación social y cultural de la gente.

Aunque mi inclinación es hacia la historia económica y empresarial, el arte no me es ajeno. Como quien dice, “me mueve la aguja”. En mis ratos libres, para cambiar de ambiente, no solo lo estudio, sino que lo practico, y no desde la plástica, sino con la técnica, la curaduría y las artes decorativas. Así, desde la fascinación que tengo por el Caribe –nací, me formé, “vivo” y mi espíritu se lisonjea con todo ello–, lo que vengo a ofrecer en esta columna es un espacio sobre historia del arte, en especial, desde tiempos precolombinos (rupestre o arte primitivo), pasando por los avatares de la Conquista, la Colonia, los albores de las repúblicas nacientes y las primeras décadas del siglo XX. En lo atinente a principales artistas, corrientes o movimientos de artes que se emplearon en el espacio Caribe, se desarrollaron o formaron escuelas, tanto de “extranjeros” que llegaron o de nativos instruidos en el mismo.


Imagen: Anacaona, la reina de los caribes. Anónimo de la Escuela Inglesa, siglo XVII.


Analizaremos no solo las implicaciones de El Renacimiento, el Barroco o el Art Decó, sino también, algunos movimientos artísticos como el Impresionismo, el Primitivismo, el Cubismo, el Paisajismo Latinoamericano, entre otros, que se desarrollaron en los países del Caribe o fueron objeto de inspiración, al igual que la fotografía, ya sea, porque estuvieron de paso por viajes o eran diplomáticos, militares o científicos y estaban dentro de expediciones. Explicaremos su aplicación a la economía, la vida cotidiana, la sociedad, el paisaje, las aspectos políticos y militares, entre otros temas. Solo por mencionar, en lo económico, el arte en el sistema de plantaciones (azúcar, banano, café, tabaco, henequén, etc.), las ciudades portuarias y así. En los deportes, la esclavitud, la cuestión de la raza, y en fin, tantos temas, en los que también los abordaremos por los diferentes caribes (hispano, anglófono, francófono u holandés), o desde el geográfico –continental o insular–, o por el Caribe norte, centro o sur, o sencillamente, el Caribe mexicano, centroamericano, suramericano o antillano.



Imagen: West Indian Man of Color, dirigiendo dos mujeres carib con un niño (1780) de Agostino Brunias. Yale Center for British Art, Paul Mellon Collection, USA.


Por eso, con esta columna, aspiro y espero, pueda cubrir ese espacio no solo periodístico como opinión, sino académico. Que se convierta en algo permanente para estudio y comprensión del arte en ese espacio de Gran Cuenca, donde no me siento extranjero, en contraste, soy un solo cuerpo, alma y mente, pues, así como el mar Caribe nos separa con otros por la masa de agua que es, o por los aspectos políticos administrativos que la circunscriben por sus limites y fronteras que nos dividen, o por muchas situaciones, también es un mar que nos une. El Caribe, pese a su vasto territorio, nos integra desde lo social, pero por encima de todo, por lo cultural, primordialmente, por circunstancias idiomáticas, las costumbres, los saberes populares, las ancestralidades o por ciertas prácticas culturales como la gastronomía, la música, los bailes, las fiestas, los carnavales, y por supuesto, las expresiones artísticas. Y este último concepto es en el que nos centraremos de aquí en adelante.

Deseo que disfruten de este viaje y sea como el camino que conduce a Ítaca, lleno de lestrigones y cíclopes, donde la fantasía, el color, la técnica, las imágenes y una buena historia abunden. Por eso, “buen viento y buena mar”.


Imagen: Orilla del mar, isla de Martinica (1887) de Paul Gauguin. Colección privada.

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