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DE LEYENDAS URBANAS AL FÚTBOL…

Por: Ricardo Bolaño González.


El fútbol al igual que la vida está llena de “Leyendas Urbanas”. Si lo duda pregúntele a los detractores del Atlético Nacional, quienes no dudarán en decir que la Libertadores del 89 fue comprada por “Pablito”. En efecto, en los pasillos se dice que ese torneo se decidió en una apuesta entre Escobar y Gacha, este último ansioso que el campeón fuera Millonarios, la perdió, y semanas después era el equipo Antioqueño quien levantaba el máximo galardón a nivel de Clubes del Fútbol Sudamericano.


Pero hay muchísimas más, quienes son jóvenes pregunten que se dice del famoso partido entre Argentina y Perú del Mundial del 78, que historia hay detrás del encuentro Argentina-Brasil en Italia 90, o qué se dice que le ocurrió al fenómeno Ronaldo un día antes de la final de Francia 98.


Y así, cualquiera que sea el equipo, grande o chico, con o sin tradición, resulta inevitable que en cada uno de ellos surjan esas historias, situación para nada endilgable a la actividad deportiva, pues es a nosotros los seres humanos a quienes nos encanta esa clase de narrativas.


Ahora, ¿será que todas las leyendas urbanas son ciertas? Ahí es cuando empezamos a pisar terreno peligroso, porque como sabrán toda leyenda se sitúa entre el mito y la realidad, es decir, puede partir de un hecho veraz que a lo mejor fue tergiversado para darle cierta aura de epopeya.


En este punto me fluye el docente que llevo dentro pues me toca precisar entre la verdad real y la verdad procesal, distinción que todo abogado debe tener clara. La verdad procesal como principio es uno de los pilares fundamentales al debido proceso, donde se le exige al Juez como obligación en su labor de administrar justicia, que sea cual fuere la decisión que llegue adoptar, esta se límite única y exclusivamente a lo que aparezca demostrado en un expediente judicial… ufff tenemos tela por cortar sólo con esa premisa.


Por tanto resulta palpable para los profesionales en derecho que aunque el deber ser es que la verdad real y la procesal coincidan en todo juicio, lastimosamente puede ocurrir que ello no ocurra, y que por tanto la decisión del funcionario no esté acordé a lo que realmente sucedió.


En otras profesiones no es lo mismo, a un comunicador social le bastan un par de fuentes que verifiquen su información para tener potestad de publicar, o cualquier persona que haya realizado una investigación sabrá que lo pertinente es recopilar información y cotejarla con posturas distintas para poder emitir una conclusión. No, en derecho no, los Jueces jamás podrán cimentarse en leyendas urbanas, esa famosa “fuente” debe acudir a un juicio a explicar las razones por las cuales sabe o le constan sus relatos.


De ahí que esas leyendas urbanas, se queden en eso, simples chismes de pasillo que ayudan un poco al morbo o por qué no, a seguir dándole un poco de mística a ese bello deporte que es el fútbol. Por tanto, si yo quiero saber que es lo que verdaderamente está pasando en el Unión, nunca espero el comunicado oficial, le escribo a un amigo periodista deportivo (debo proteger mi fuente porque lo conocen en el medio) y este me tira los datos extraoficiales.


O en el caso del Junior, en el edificio donde trabajo llega un muchacho muy querido al que le decimos Rocky (ferviente hincha del tiburón), y el tipo nos cuenta los detrás de cámara de su equipo del alma. No falto a la verdad cuando digo que seis meses antes del del comunicado oficial del búfalo Ovelar, ya toda Barranquilla y Ciénaga tenía conocimiento de cuáles eran los motivos extra deportivos del bajo rendimiento del Paraguayo.


A este punto de la historia ya a todos les habrá llegado a la mente esa famosa frase que anda por ahí junto con un meme: “no tengo pruebas, pero tampoco dudas”, y eso que lo escrito hasta acá era apenas el abre bocas.


Para las eliminatorias para el mundial 2014 yo tenía prioridades distintas a ir a los partidos de la Selección, y por tanto no fue posible, a mi pesar, acudir si quiera a un solo partido de los que nos llevaron al Mundial del Brasil, cuanto me hubiera gustado estar en ese famoso 3-3 contra Chile que luego de 16 años nos llevaba a esa gran cita Deportiva.


Con esa puya en el pecho decidí que iba a tratar de asistir a todos los partidos de la próxima eliminatoria, y con esas ansias me disponía a adquirir mi boleta en el mundo virtual cuando, oh sorpresa, el mismo día que salían las boletas al público en menos de una hora se habían agotado.


Ahí reapareció mi amigo Rocky a contarme una nueva leyenda urbana, el negocio de la reventa de boletas para las eliminatorias. Al parecer las boletas realmente no se ofertaban al público sino que llegaban a manos de terceros que las vendían por valores altamente superiores, y donde obviamente alguien o algunos, tenían que resultar beneficiados.


Para no extenderme tanto, sólo diré que efectivamente me fue imposible comprar boletas en modo virtual, y solo logré ir las veces que Rocky se quedaba en las afueras del Metropolitano a comprar en físico la de él y de otros amigos, con la respectiva retribución económica a su loable labor.


Dicho de otro modo, fuera o no cierta la versión de pasillo de Rocky, no se necesitaban mas de dos dedos de frente (y yo tengo bastante), para entender que había algo raro en la comercialización virtual de la boletería, y no necesariamente hablo de una situación punitiva, pero sí de índole administrativa.


Entonces el pasado 6 de julio me entero que la Superintendencia Financiera sancionó administrativamente al presidente de la Federación Colombiana de fútbol y a otros dirigentes por la “cartelización en la comercialización de la boletería para los partidos de fútbol”, y aunque contra esa decisión aún proceden recursos de Ley, no puedo evitar preguntarme nuevamente, ¿hasta que punto a veces esas leyendas urbanas en el fútbol, son mucho mas que leyendas?




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