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DE LA DESINFORMACIÓN A LA REALIDAD

“La estructura de las creencias es tan fuerte que permite que algunos tipos de violencia se justifiquen o ni siquiera sean considerados como violencia. Así, vemos que no se habla de asesinados sino de bajas, y que no se menciona la guerra sino la lucha por la libertad”.

Noam Chomsky.


Por: Edwuin Z. Agudelo Badillo.


En la actualidad circula una lluvia de información de la cual una buena cantidad sólo busca desorientar al lector desprevenido, acción que desde hace un par de años se ha fortalecido, para encaminarse a confundir a la masa con palabras que la alejan de la realidad y de lo aterradora que puede ser, ejemplos tenemos muchos, pero para ilustrar servirá una de las más recientes expresiones con la cual se quiere hacer ver un acto de barbarie como un evento cotidiano, el pasado 23 de agosto el presidente Iván Duque señalo que en los últimos actos de violencia registrados en el país no habían ocurrido masacres sino “homicidios colectivos”. No voy a señalar lo obvio, pero si quiero hacer una pequeña reflexión en torno a lo que se esconde detrás de ese tipo de discursos y de cómo el vulgo termina por considerar como bueno o malo lo sucedido de acuerdo a esta interpretación manipulada de la realidad.


Ahora bien, empecemos por el medio tradicional a través del cual circula la información que llega al común de las personas, este medio transmite las noticias sobre las constantes violaciones de los derechos humanos ocurridas en Colombia, incluso aquellas que se pensaban olvidadas como los heridos en un atentado, los mutilados de las minas contra personas, masacres… Ante el bombardeo de hechos tan crueles y situaciones llenas de sangre, nos refugiamos detrás de la pantalla pensando que nada de eso nos va a alcanzar, que es algo que pasa en las zonas de conflicto y por tanto se supone que lo “merecen”, endurecemos nuestra razón y nuestro corazón para asumir que todo pasa lejos.


Desde el siglo pasado Colombia ha experimentado un constante enfrentamiento a muerte motivado por unos pocos a quienes les beneficia el escenario de guerra, mientras la historia nos envuelve para mostrarnos lo crudo que puede actuar el hombre cuando de sus ambiciones se trata, para lo cual no escatima esfuerzo en concentrar el poder, desplazar comunidades indígenas, campesinos, violar los derechos humanos, cometer delitos de lesa humanidad, imponer los intereses del narcotráfico, la minería, la agroindustria y la ganadería extensiva por encima de la paz que se intenta construir desde hace décadas.


Para contextualizar esta afirmación nos podemos apoyar en las cifras que maneja el Cinep para el 2019 (entre enero y diciembre de 2019) según el informe que presentaron en el cual en Colombia hubo 1.414 violaciones a los derechos humanos, al derecho internacional humanitario y hechos de violencia político social, siendo los grupos paramilitares, la Policía y el Ejército los mayores responsables. Además, 522 personas perdieron la vida por medio de ejecuciones extrajudiciales, asesinatos u homicidios y se dieron 7 “falsos positivos” por parte del Ejército. La guerrilla también tiene su parte con 160 casos de violación a DIH (Banco de Datos del CINEP, 2020).


Ante este panorama desalentador para un país que está en la búsqueda de la paz y que tiene unos acuerdos que defender no parece que haya voluntad política en cumplirlos, pero lo malo no para allí, pues en el presente año ya se han cometido 51 masacres, según lo relata Indepaz en su informe de masacres en Colombia durante el 2020, con lo cual se infiere que la violencia se ha multiplicado exponencialmente en el actual gobierno en contraste con lo logrado luego de la implementación de los acuerdos de la Habana en el 2017.


En el 2018 se presentaron cuatro masacres con las cuales se dejaron 29 colombianos asesinados, en el 2017 se presentaron dos masacres, la de Magüi Payan (Semana, 2017) y la de Tumaco, en donde se asesinaron 22 colombianos, ese año cierra con la cruel cifra de 66 líderes sociales asesinados en las puertas de la implementación de los acuerdos de la Habana.


Estas son cifras y hechos conocidos por todos, difundidas a medias por los medios, en donde lo único que atinan a decir es que hay “presuntos responsables” porque desde el siglo pasado en Colombia no hay responsables de la guerra, quienes la avivan no tienen el coraje de dar la cara y responder por sus actos, se esconden para endilgarle la sangre derramada de los colombianos a “otros”. Ante estos innumerables delitos, las personas lo único que aciertan a repetir son los discursos que de uno y otro lado se dicen, pocos se toman el tiempo para meditar sobre la realidad, reflexionar sobre los hechos y buscar una respuesta que permita explicar lo sucedido para establecer los responsables de lo sucedido, todo se distorsiona en discusiones a través de las cuales pretenden hallar los “culpables” de lo acontecido, dejando de lado su papel de personas racionales para argumentar los hechos y buscar las causas del suceso.


La Sociedad Civil no ha asumido su papel como responsable, directo o indirecto, de la realidad que se vive en Colombia, se lava las manos pensando que quienes están en las instituciones del Estado harán su trabajo, cumplirán con sus funciones, hallarán a los responsables de los hechos, dejando de lado, quizás olvidando, a las víctimas y a sus familias. Actitud que nos lleva a re-victimizar a la víctima una y otra vez, cómo si ya fuera poco el dolor y sufrimiento experimentado.


Sería muy catártico si tan siquiera por un momento, por un instante, cerráramos los ojos a la vida que nos rodea, a nuestras comodidades y seguridades, e intentáramos experimentar, entender, sobre todo sentir el padecimiento, la angustia y la zozobra de todas aquellas personas que viven en zonas de conflicto, en donde ‘el pan de cada día’ es la supervivencia, la búsqueda de dinero para brindarle alimento a su familia, para lo cual deben hacerle el quite a las balas, a las minas antipersonas, al desempleo, a la enfermedad, a la miseria.


Vivir con la sensación que a nadie le interesa lo que pueda pasar contigo, lo que puedas sentir, pensar, decir, sufrir, con miedo a estar vivo porque en cualquier momento te pueden matar, sentir cómo te recorre por el cuerpo una sensación fría que te deja vulnerable, que sin importar quién sea el gobernante de turno, tu suerte sigue siendo la misma, rebuscar la forma para mantenerte vivo y de paso a los tuyos, en medio de un mundo injusto que sólo genera indignación, impotencia, rabia, dolor, sufrimiento, ni siquiera te cuestionas por tu suerte, porque la realidad te desborda hasta tal punto que no puedes concebir la vida de otra forma y terminas por aceptar que esa es la única vida que se puede llevar.


Ya es momento de enviarles un mensaje de esperanza a todos nuestros compatriotas, no están solos, vamos a parar el discurso de odio que se ha generado a partir de la desinformación sobre nuestras muertes, pues lo único que buscan con él es dividir a la Sociedad Civil con la intencionalidad de generar un enfrentamiento entre la población de tal forma que sirva como distractor para mantener la discusión en otro escenario diferente a las instituciones públicas en donde la corrupción ya ha permeado todos sus vertientes.


Es hora de entender que los actores armados de la guerra que vivimos en Colombia no son sólo la guerrilla, también están los paramilitares, los narcotraficantes, las fuerzas armadas, las mismas instituciones estatales y nosotros como Sociedad Civil. Todos hacemos parte de lo que sucede en Colombia, unos de forma activa y violenta, otros de forma pasiva con nuestra indiferencia y permisividad, que termina siendo complicidad cuando alentamos los discursos de guerra que se esgrimen para imponer una posición sobre otra, en el fondo estas posiciones sólo buscan un interés egoísta y no un Bienestar Colectivo.


No permitamos que con eufemismos y un discurso manipulado nos alejen de la realidad, del sufrimiento de nuestros compatriotas, tan solo para favorecer sus intereses, siempre hemos de estar del lado del débil, del necesitado, del vulnerable, de la víctima, pero sobre todo de la Verdad.

¡Colombia es de tod@s y para tod@s!

Referencias

Banco de Datos del CINEP. (2020). El oro y las balas: Informe de DDHH 2019 y Revista Noche y Niebla. Bogotá: Banco de Datos de DDHH.

Semana. (12 de Septiembre de 2017). Magüí Payán, el cumpleaños que acabó en masacre. Bogotá, Colombia.

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