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DE LA COSIFICACIÓN DE LA MUJER Y OTROS DEMONIOS

“Lo femenino en el patriarcado no sería lo que las mujeres son, sino lo que los hombres han construido para ellas”.

Luce Iragaray.

Por: Lorena Mosquera Chaparro.


Durante lo que va corrido del aislamiento social al cual ésta inoportuna pandemia nos ha enfrentado, y soslayando el afán del día a día, he sacado tiempo para redescubrir mis viejos libros; obras de derecho e historia que leí en mi paso por la universidad, novelas románticas del siglo pasado heredadas de la formidable biblioteca de mi madre, libros infantiles, incluso, que he leído junto a mis hijos.


En este placentero trasegar me he reencontrado con una maravillosa obra que adquirí – creería que hace un lustro, sino menos – en un pintoresco mercadillo callejero ubicado en el “Parque de Los Periodistas”, cercano a la Iglesia de Las Aguas en el corazón de la amada Bogotá, y cuyo título corresponde a “Ce sexe qui n’en est pas un”, que en español traduce “Ese sexo que no es uno”, de la autora francesa Luce Irigaray, filósofa, psicoanalista, y considerada actualmente una de las activistas más destacadas en el campo del “feminismo de la diferencia”, que básicamente se funda en el hecho de la “diferencia sexual” como un elemento liberador para la mujer.


Pues bien, en la mencionada obra, la autora proyecta entre otras cuestiones, si puede y debe la mujer escapar de la cultura patriarcal que por siglos la ha tenido atrapada, censurada, dominada, y se pregunta: ¿Cómo interpretar el funcionamiento de la sociedad a partir de la explotación de los cuerpos sexuados de las mujeres?, interrogante que a mi modo de ver, abarca magistralmente el concepto de “cosificación femenina” que retumba como un demonio en cuanta publicidad nos bombardea a diario pero que realmente poco comprendemos, o poco deseamos comprender.


No es mi intención con ésta columna detenerme sobre el análisis de éste título, pues para ello no me bastarían tres cuartillas, empero si pretendo de alguna forma abrir el espacio para aportar a la resolución de tamaño planteamiento, y para tal fin traigo a colación un escrito propio – con algunas modificaciones – que publiqué hace unos años en mi perfil personal de la red social Facebook, y que hoy, más de siete años después y a la luz del pensamiento de Luce Irigaray, me ha llevado a cavilar si realmente la cultura patriarcal que nos oprime, por lo menos en Colombia, no es sino una construcción propia de las mujeres, quienes la mayoría de las veces, lamentablemente, auto lapidamos nuestro género con idearios que no hacen sino irse lanza en ristre en contra de teorías tan de avanzada como la del “feminismo de la diferencia”. Así pues, prosigo:


“… esta nota se encamina a criticar la involución del derecho de la mujer en la sociedad colombiana, una de las más "progresistas" de Latinoamérica en lo que a enfoque de género se refiere, y al mismo tiempo, la más hipócrita y "moralista" de todas cuando de tomar acciones se trata; palabras más, palabras menos, y sin que mi dicho "levante ampolla", aquí mucho se habla y poco se hace…


Resulta que esta mañana mientras alistaba a mi hija para enviarla a la escuela me estrellé con el espacio “CRÓNICA RCN de ECCE HOMO CETINA” y se trataba nada más y nada menos que de la apología – creo que hasta un poco burlesca – de un concurso llamado “REINADO AMOR LATINO”, celebrado en Medellín, Colombia. Al principio, reaccioné con estupefacción: no podía, ni puedo aún, creer que un certamen de esta naturaleza exista en un país en el cual la crisis de valores alcanzó su punto más álgido, en donde se castiga con mano dura al campesino labrador de su tierra, pero se permite esta clase de proxenetismo, en donde la cultura del dinero fácil a costa de cualquier precio ha contaminado los cuerpos y los cerebros de niñitas desde los 10 y 15 años y les ha hecho creer y pensar a fuerza de verdad que la mujer no trabaja, se vende, que la mujer no tiene necesidad de realizarse profesionalmente porque para eso existen hombres que las mantengan, como hace 200 años. Después, ya un poco repuesta de la primera impresión, pasé por toda una serie de sentimientos encontrados que iban desde la rabia profunda de ver cómo las propias mujeres desprecian su dignidad y se venden al mejor (más bien peor) postor, pasando por la indignación, la pena ajena, la lástima por esas mujeres cuyo sueño dorado era que un canadiense, un gringo o un europeo se las llevara por siempre y para siempre de este horrible, pobre, lastimero, resquebrajado, sucio, miserable, indeseable y desgraciado país...


Y es que, debo aclarar, yo no tengo nada en contra de los reinados de belleza, pues considero que en este mundo competitivo todos y todas tenemos derecho a sobresalir. Con lo que disiento es con el hecho de que estas chicas, participantes de tan nefasto concurso, desprecien el titánico avance que otras mujeres, conscientes de la necesidad de valor que tenemos, han logrado a fuerza de lágrimas, sudor, lucha, y hasta de sus propias vidas, y han posicionado al género femenino dentro de todos los círculos de la sociedad.


Pero no, estas reinas de belleza, como las que participan en el certamen "REINADO AMOR LATINO" se muestran orgullosas exhibiendo sus exuberantes (y operados) cuerpos, y no les da vergüenza gritar a vox populi lo necesitadas que están de que un hombre las mantenga, y si es extranjero mucho mejor, pues tal parece que su inteligencia, habilidades, actitudes y aptitudes no dan para hacerse a una profesión digna y escoger ellas mismas su amor - latino o no - y evitar que hombres que doblan y triplican su edad (y por supuesto, cuadruplican sus exiguos bolsillos) paguen miles de euros y de dólares para venir a escogerlas como en una feria de ganado en donde se capta al mejor espécimen y ese se compra para luego marcarlo con un hierro bien caliente para que nadie más lo toque.

Yo se y estoy consciente de que no soy Juez universal para cuestionar la vida y el proceder de ninguna persona, menos si son mujeres que no conozco, pero resulta irrespetuoso, por no decir que absurdo, que un medio de comunicación con tan enorme audiencia en nuestro país transmita semejante "crónica" como si este tal reinado (y sus participantes) fueran "lo último en guarachas"... ¿Acaso no se dan cuenta de que estas son las situaciones que provocan en nuestra sociedad el desprecio por los valores humanos, y sobre todo, por el más importante: ¡el amor!, ese que ahora se compra y se ha cotizado en los mercados internacionales?; porque el amor de estas colombianas (que, en mi concepto, más que amor es cuerpo y deseo sexual) se compra y se vende en euros y dólares frente a la mirada pasiva de las autoridades nacionales que no se enfrentan a los proxenetas que promueven esta feria de mujeres y frente a la obtusa y poco inteligente mentalidad de quienes van a exhibirse (pobres chicas, tan bellas y tan tontas) para que las elija un hombre – de bastante edad – para ser sus esposas extranjeras.


No tengo nada en contra del amor de un hombre adulto con una joven, nada en contra del amor de un extranjero con una colombiana, nada en contra de una mujer que espera encontrar en un europeo o en un norteamericano el amor que no ha sabido entregarle un colombiano o un latino en general, pero no concibo que existan mujeres que se pisoteen ellas mismas, desvaloricen su belleza, su encanto, su dulzura por un hombre que lejos de amarlas, las compra para que entren a hacer parte de su masa patrimonial, cual esclavas sexuales, cual adorno para exhibir frente a sus también ancianos amigos, que tal vez, no tienen dinero para comprar a tan hermosas mujeres.


Compartir estas elucubraciones me permite expresar la desazón que siento por la imagen que mi tan maltratado país tiene en el exterior, y aunque suene tonto o exagerado, me duele mi pobre patria siempre arrodillada, siempre burlada, siempre vendida, ahora bajo el auspicio de mujeres del común que lejos de propender por el beneficio de su tierra, buscan el suyo propio, y eso, sin saber lo que les espera…”.


Dicho lo anterior, frente al interrogante de: ¿Cómo interpretar el funcionamiento de la sociedad a partir de la explotación de los cuerpos sexuados de las mujeres?, me atrevo a responder, entonces, con dos palabras IGNORANCIA SUPINA. Y de esto, mis queridos lectores, hablaremos en una próxima entrega.

Nos leemos pronto.


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