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CRIMEN ENTRE SOTANAS

Actualizado: 17 jul 2021

Por: Pedro Luis González.


No sabía María del Carmen Arango que el amor quemara tanto, tanto hasta alcanzar a su pequeña hija María Camila, ignoraba ella el dantesco final que le esperaba para ellas a manos del hombre que se hacía llamar puro, casto, un hombre de Dios ante la comunidad, pues lo era, todo eso le era aupado desde el cielo divino porque así su sotana se lo permitía. En 15 de enero del 2007 el cuerpo técnico de investigación de la fiscalía de Anserma (Caldas), encuentra el negativo de una foto al lado de dos cuerpos, casi destruidos pero que gracias a la ciencia se pudo esclarecer que quienes aparecían era María y su hija al lado del sacerdote José Francey Díaz, que lo llevaría a la cárcel a purgar una sentencia de más de 45 años de prisión y 17 años a su cómplice, un sepulturero del cementerio local, quien le ayudó a asesinar, incinerar y tirar los despojos humanos al río Guática.


La historia de amor se construyó en 1995, cuando el criminal era párroco de Buenos Aires (Cauca) mudándose la pareja a Dos Quebradas (Risaralda). Trasladando la curia al sacerdote a Mistrató a donde Carmen lo visitaba cada 15 días. La desgracia vino cuando la occisa se percató de que su pareja sostenía otra relación con una mujer local, ante lo cual María lo amenazó con divulgar todo ante las autoridades eclesiásticas lo que significaría el fin de su carrera ministerial, algo que no agradó al siervo de Dios. El 12 de febrero después de culminar la misa de 6 p.m. el homicida junto con el sepulturero local decidió acabar con la raíz de sus males.


Dentro de la casa cural se fraguó el trágico acto. Tomó una matera como arma y la estrelló en el occipital de la tocaya de la madre de Jesús, rodando su cuerpo por las escaleras propinándole una muerte al instante, pero había un cabo suelto: su propia hija, con la misma arma que había utilizado para mandarle al señor una nueva alma, asesinó a la menor, así lo demuestran los exámenes periciales que encontraron restos de la matera en el cráneo de la infante. Los cuerpos fueron envueltos en bolsas negras, rociados con gasolina, encendidos con un fósforo a un costado del río.


El victimario de regreso a su morada decidió borrar todo rastro de su crimen lavando con jabón y cepillo en mano, pero no pudo con las minúsculas gotas de sangre que fueron halladas por los experimentados ojos de los forenses, las cuales junto con los otros elementos probatorios, lo sentenciaron a purgar casi medio siglo tras las rejas. Pero el dilema de la familia de las víctimas no acaba ahí, decidieron demandar civilmente a la curia por 600 millones de pesos alegando que era responsabilidad de sus superiores el prevenir la conducta de su subordinado, a lo que el juez accedió, pero los representantes de Dios en la tierra tenían la obligación de proteger el patrimonio de nuestro señor y decidieron apelar, porque hay algo que está por encima de la santísima trinidad y por encima de las mismas barbas del creador a lo cual le deben mayor reverencia: el bolsillo del clero.


El cura del mazo


Para los dos niños víctimas de este depredador lo único que les motivaba cada día era tocar los instrumentos de la banda de guerra que los hacían soñar quizás, algún día ser músicos. El 18 de julio de 2009 los dos hijos (10 y 12 años) de una vecina del barrio Alfonso Bonilla Aragón decidieron pernoctar en la casa cural sin el permiso de su madre, quien desesperada esa misma noche tocó las puertas de la iglesia no teniendo respuesta alguna. Al día siguiente al encuentro con su madre, los niños se notaban extraños, aspecto este que no escapó a los ojos de su progenitora que con el sexto sentido que caracteriza a una mamá, logró arrancarle la confesión al menor de los infantes, la madre que absorta al escuchar el horror al que fueron sometidos por el sacerdote William de Jesús Mazo Pérez, quien los violó, y trató de comprar su silencio con bicicletas, patinetas, cama y comida. El 30 de junio de 2010 el pederasta es apresado por la fiscalía quien tuvo que sortear las protestas de algunos vecinos del sector quienes no creían que su amado líder fuese capaz de cometer semejante atrocidad. Dos años más tarde un juez del circuito decide condenar a 33 años de prisión al servidor de Cristo por lo delitos de acceso carnal abusivo en menor de 14 años, agravado y en concurso homogéneo, hasta el momento es la sentencia más alta contra un usuario de la sotana en el país. Pero el martirio de los afectados no termino ahí. La arquidiócesis de Cali en cabeza de monseñor Darío de Jesús Monsalve emitió el siguiente comunicado: "La causa del daño es atribuible de manera exclusiva a las víctimas indirectas, quienes faltaron a su deber de cuidado, vigilancia, comunicación y protección de unos niños de 10 y 13 años que bajo ninguna circunstancia podían decidir, resolver, determinar el curso y devenir de su vida y su libertad sexual", palabras más, palabras menos, fueron los niños quienes sedujeron al inocente e indefenso cura, tamaño cinismo del tamaño de una catedral la de este representante de las potestades celestes.


Para el año 2019 la fiscalía investigaba 57 casos de abuso sexual de menores por parte de curas, concentrándose la mayoría 26.3% en Antioquia, 71% de estos casos se encuentran en etapa de juicio o indagación, es decir, todavía no se dicta sentencia alguna y todo parece empeorar dado que el 13% de los procesos terminan archivados por falta de pruebas, el 4,4% tuvo una sentencia absolutoria y un 11% de condenas. Panorama ampliamente favorable para los administradores de la fe que gozan de una impunidad sórdida. Dejad que los niños vengan a mi reza en sagrado libro, pero es preferible que dejarlos ir acompañados o que no vayan.


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