Columna 7
¿CÓMO LO SABES?
Actualizado: 17 jul 2021
Por: Rafael Castañeda Amashta.
En los últimos años, se volvió común ver a los hombres involucrados en las labores del hogar y el cuidado de los hijos. En estos tiempos modernos, nos tocó desarrollar todo tipo de actividades en nuestro hogar, como ayudante general, asistente de cocina, y hasta profesor de nuestros hijos.
En mi caso, verifico los temas de estudio de mis hijos y los comento con ellos para interactuar y comprobar su grado de entendimiento. Un día, mi hijo Samuel, estaba realizando una tarea de un libro tan famoso como la Biblia: el Álgebra, de Aurelio Baldor. Cuando conocí el tema, le dije que era fácil. No me creyó y retándome, me dice: “soluciona esta ecuación lineal de dos variables”.
La resolví, quedó sorprendido, y me pidió que le ayudará a solventar otro problema que no había podido solucionar. Lo hice, le expliqué, y quedé como un príncipe.
Luego, a mi hija Salwa, la ayudé a repasar temas de cultura general, geografía, español y otras materias más. En uno de esos momentos, me dice:
“Papá, con un ejemplo explícame lo siguiente: Un cuerpo permanecerá en reposo o en movimiento recto con una velocidad constante, a menos que se aplique una fuerza externa”.
Rápidamente le respondí:
“Fácil. Esa es la Primera Ley de Newton. Toma como ejemplo una pelota en estado de reposo. Para que pueda desplazarse, requiere que una persona la patee (fuerza externa); de lo contrario permanecerá en reposo”.
Luego de la respuesta y estando cerca que me declarara héroe nacional, me preguntó por dos principios más, que sirven para describir el movimiento de los cuerpos y que están basados en las leyes de Sir Isaac Newton, ese físico-matemático inglés, que después de casi trescientos años de su muerte, sigue mortificando a muchos estudiantes.
En las tres respuestas que le proporcioné, en forma inocente me hizo la misma pregunta:
¿Cómo lo sabes?
Me quedé mirándola fijamente mientras mi mente, sin permiso, pedía pista para volar al pasado y traer al presente mi época de estudiante de primaria y bachillerato, en Fundación, mi pueblo natal. En ese tiempo, la enseñanza se basaba mucho en la teoría, y para estudiar se repetía bastante la lección y se memorizaba. Se aprendía mucho de la lectura. El cuaderno, el libro y un lapicero, eran las herramientas fundamentales.
Recordé a mi Padre, en un mecedor en la sala de mi casa, leyendo su periódico en las mañanas y explicándome los temas del momento, con lo cual me transmitió el amor por la lectura. De ahí, no dejaba perder una oportunidad para leer libros, enciclopedias, revistas, periódicos, diccionarios, resolver crucigramas, sopa de letras o cualquier cosa que me enseñara algo. Participaba en concursos de conocimientos, de ortografía, de oratoria y en obras de teatro.
Mi Madre, siempre nos decía: “el estudio es la herencia que les dejamos”. Era la época del tablero y la tiza, los mapas, las carteleras y los gráficos. No existía el internet y para resolver tareas, había que ir a la biblioteca del colegio a consultar las pocas enciclopedias existentes.
Luego llegó la época universitaria, en la facultad de Ingeniería, donde acumulé horas de estudio, a través de muchos trasnochos y descansos de poco tiempo, aprendiendo las teorías, leyes y métodos de Euler, Gauss, Maxwell, Reynolds, Hooke y Terzaghi, entre otros.
En esta época moderna, la educación ha cambiado. Las aulas son con pizarra electrónica, donde se proyecta la información desde un ordenador y la tecnología se ha convertido en un aliado de los estudiantes.
Los alumnos de estos tiempos, no memorizan la información como antes se hacía, ya que encuentran en el Doctor Google, a su mejor aliado, que en forma inmediata le resuelve cualquier duda y porque cuentan con las herramientas necesarias para adquirir conocimiento.
Fuimos una generación bien formada y con tantos ciudadanos ilustres, a pesar de no tener las facilidades que tiene el alumno de esta época. Sin embargo, no se puede desconocer que el estudiante del siglo XXI, tiene buenos conocimientos, está orientado hacia el pensamiento crítico y ha adquirido habilidades que aportan a solucionar los problemas de este mundo.
Con el avance y la transformación de la educación, en poco tiempo seré yo el que pregunte:
“Hija, ¿cómo lo sabes”?