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¿A DÓNDE VA UN PAÍS SIN EDUCACIÓN?

La cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los pueblos ninguna conducta moral”.

José Vasconcelos.


Por: Esperanza Niño Izquierdo.


La Constitución Nacional consagró en su art. 67 el derecho a la educación para todos los colombianos. No obstante que antes de esta importante declaración, tenía Colombia un porcentaje de 9.2% de analfabetismo y que después de esta reforma del 91 haya alcanzado un nivel del 5% de analfabetismo, lo cual es un logro de gran envergadura para este país.


Sin embargo, este punto debe desglosarse con miras a establecer que no se trata únicamente de que los colombianos aprendan a leer y escribir, pues es el mínimo derecho que tienen los seres humanos en la actualidad. Pero, resulta, por decir lo menos insuficiente, cuando estamos abocados a vivir en un mundo de tecnologías avanzadas y descubrimientos científicos que marcan cambios sustanciales en el desarrollo de la humanidad. Y más importante en los desarrollos sociales que nos enfrentan a entender las cambiantes realidades del país y del mundo.


La educación comporta un sinnúmero de elementos que son los que básicamente llevan sin duda alguna, al desarrollo de la economía que a su vez impulsa el progreso y al avance cultural y social de un país.


Educar a los niños y jóvenes debe tener un fin claro enfocado a formar seres pensantes, creativos y críticos que permita una mayor comprensión de la realidad en que viven y puedan hacer las aportaciones de acuerdo a sus capacidades y cualidades. No se trata entonces de acumular conocimientos como quien llena una alcancía sin ningún objetivo. Se trata de establecer por medio de un pensum académico que contenga el estudio de las materias sociales, filosóficas, científicas y técnicas, alejadas de la superficialidad y de el memorismo del alumno que va ascendiendo de grado en grado, sin pena ni gloria, pues, no ha sido permeado de nada de lo que se le ha embolsillado en su memoria y que con el paso del tiempo desaparecerá todo lo memorizado.


El asunto del desglose de la educación no es de poca monta. Pareciera que el sistema educativo colombiano tuviese un propósito maligno, malintencionado o perverso. Se trata primero, de poner todas las trabas posibles– o mejor no hacer nada para solucionarlo– para que los niños de las regiones apartadas no tengan un lugar adecuado donde estudiar y menos aún proporcionarles maestros debidamente entrenados en la pedagogía que les permita transmitir sus conocimientos de manera eficiente y sólida. Sucede también en las ciudades, en las escuelas públicas municipales o departamentales. ¿Que decir entonces de los pueblos en donde la luz llega pocas horas al día y no conocen siquiera agua potable? ¿Será que la educación alcanza a esas poblaciones?


Otra perversión del sistema educativo, consiste en obligar a los alumnos a llenar libros con monosílabos para complementar las frases,– eso sí, el asunto es que estos textos no le sirvan a ningún otro estudiante, pues ya están escritos y rayados con o sin ninguna revisión pedagógica–. Además si revisamos detenidamente estos textos que hoy se editan para los estudiantes de primaria, podemos concluir que se tratan de un maremagnun de información de todo tipo en un solo texto. Vemos como la información salta sin sentido ni coherencia, de una materia a otra, por ejemplo, de una superficial biografía de Simón Bolívar a los viajes espaciales y de allí se pasa a explicar sucintamente las nuevas tecnologías en la computación, para volver sobre la fotosíntesis. Todo ese saber del universo compendiado en píldoras informativas como una gran cápsula enciclopédica. Cómo, nos preguntamos, vamos a formar niños orientando sus mentes a la investigación, a la competitividad tecnológica y a las ciencias sociales con estos formatos fraccionados.


Creemos sin duda que fomentando el impulso a explorar e investigar la naturaleza con que han sido dotados los seres vivos incluyendo los humanos, su entorno y sus necesidades. Venciendo estas barreras impuestas en el pensum pedagógico adoptado por el gobierno en el plan de educación Nacional reflejado seguramente en los textos escolares, llevaría a formar niños y jóvenes pensantes y creativos con capacidad de comprender y aportar conocimientos a su sociedad habilitados para construir el tejido social sano, moral y éticamente fuerte.


Alerta en su estudio sobre la educación, el Psicólogo educativo Raúl Garavito Rivera, sobre los peligros de la educación que se imparte en nuestro país y que reduce cada vez más a la ignorancia social, diferente del analfabetismo: “un pueblo reducido a la ignorancia puede servir a los intereses de cualquier habilidoso maquiavélico, pero es una vergüenza para la sociedad que se estancará y retardará dramáticamente su desarrollo y será caldo de cultivo de todas las violencias”.


La falta de esa comprensión metodológica educativa será una de razones para que el pueblo no tenga la capacidad de entender y criticar las inequidades que se cometen desde las esferas del poder con el presupuesto nacional. El sistema educativo, podría darle las herramientas necesarias para intervenir ampliamente en los debates sobre las decisiones injustas en materia social educativa y económica. Tenemos una educación tan pobre y mediocre que más parece un castigo que una salida a la crisis en que nos hallamos. Solo le queda a las gentes salir a las calles y tomárselas, pidiendo a gritos justicia, reformas educativas, inclusión y no más corrupción. Pero desde luego estas manifestaciones de inconformismo en casi todos los escenarios han llevado infortunadamente a desmanes vandálicos anidados en la desesperación, la ignorancia y la desesperanza de un enorme conglomerado nacional.

La educación y la enseñanza tienen un fin claro. Ejemplos abundan pero muy recurrente es la educación en otros países orientada a retar los desafíos modernos y crear nuevas formas de avance científico, social y tecnológico. El Plan educativo nacional de México, por ej., contiene definidos los objetivos que debe perseguir la educación en ese país: La educación es necesaria en todos los sentidos. Para alcanzar mejores niveles de bienestar social y de crecimiento económico; para elevar las condiciones culturales de la población; para ampliar las oportunidades de los jóvenes; para vigorizar los valores cívicos y laicos que fortalecen las relaciones de las sociedades; para el avance democrático y el fortalecimiento del Estado Social de Derecho; para el impulso de la ciencia, la tecnología y la innovación. Sobre la base de estos presupuestos es que se construye una sociedad productiva, moderna, sana y competitiva frente al desarrollo y avance de los pueblos.


Por supuesto, no solo deben quedarse en declaraciones puramente axiomáticas como lo podemos leer en el Plan de desarrollo de Colombia, que en prosa, retórica y buenas intenciones se llevaría un premio en literatura. Lo deseable y correcto es que se ejecute en desarrollos legales, operativos y presupuestales.

La ciudadanía día a día se informa por medio de los noticieros independientes y por las redes sociales sobre la desbordada corrupción que emana desde los centros de poder, pero, lamentablemente no puede hacer nada. Se encuentra como si estuviese maniatada a una noria, cuyo eje lo constituye la descomposición de las costumbres morales y éticas, como si eso fuera lo usual, lo correcto y por el contrario, el servicio social, el servicio público, el buen manejo de los recursos, la contratación transparente, etc., fueran lo excepcional. Como dice Garavito Rivera: sirviendo a los intereses de los maquiavelos criollos que superan ampliamante en creatividad y maldad al calumniado Maquiavelo. “Algo anda mal en nuestra humanidad y nuestra constitución moral”, resalta el profesional.


La respuesta lógica es que nos encontramos en un país que adolece de educación cívica, política, social, de principios éticos, incapaz de controvertir, censurar y castigar con el voto a los que se alzan con el presupuesto nacional, sin realizar los objetivos de los planes de Desarrollo Nacional y los regionales, incluidos los de educación y siguen sin que nada les toque, ocupando las altas dignidades del Gobierno, del Congreso, de las Gobernaciones y Alcaldías en cada periodo electoral, seguido de otro igual.


Colombia necesita ya comenzar a debatir, formular y aprobar una nueva política educativa encaminada a volver a la investigación, a formar científicos en todas las áreas del conocimiento, técnicos y tecnólogos, a fomentar ferias de la ciencia apoyadas económicamente por el Estado, de donde saldrán eminentes científicos que con su ingenio y conocimiento mejorarán la calidad de vida de los habitantes por un lado, y por otro, promoverán la formación en materias sociales a los ciudadanos que las aplicarán mañana.


Estas premisas de desarrollo educativo han hecho tránsito demostrando que las políticas decididas en este campo vienen sirviendo de motor al progreso en diferentes países que hace algún tiempo se encontraban sumidos en la pobreza. Casos como el referido recientemente por la Embajadora de Irlanda en Colombia Alison Milton, al ser preguntada sobre este tema recordó que su país en los años 70 era uno de los más pobres de Europa y que hoy es uno de los más ricos de la Unión Europea, nos dan la respuesta a este interrogante: “Hay que sacar provecho de los grupos multilaterales y usar los mecanismos de cooperación internacional ( políticas públicas de cooperación)… implementar un modelo de equidad…. Además invertimos mucho en educación. Hasta los 18 años fue obligatoria y gratis para todo el país y, en los 90, la universitaria pasó a ser gratuita. Así pudimos ofrecer muy buena mano de obra para los inversionistas. Y claro, la violencia paró. (El Tiempo A Fondo, sábado 9 de octubre por Claudia Palacios).



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